Posiblemente, con el Reglamento en la mano, el respetable tenía razón.
Pero este lo que es se inclina por la valiente decisión del usía por dos razones: primera, la actuación en conjunto de Aguilar fue valiente, entregada, y artista, en ocasiones, pero no de puerta grande; y segundo, el público demuestra cada tarde que valora mucho más lo accesorio que lo fundamental, y la aceptación de su criterio hubiera significado un nuevo bajonazo a la exigencia que debe presidir la fiesta de los toros.
Por la puerta grande deben salir los toreros que protagonizan una gesta sin igual, y ese, sin ninguna duda, no fue el caso de Alberto Aguilar.
Dicho lo cual, es incontestable que su tarde fue meritísima, que dijo a los cuatro vientos que quiere ser figura del toreo, que tiene valor más que suficiente, gracia en las muñecas y sentido del temple. Tiempo tendrá, seguro, de volver a esta plaza y armar el taco que, ayer, por culpa de los toros, no pudo alcanzar.
La decisión antirreglamentaria del presidente lo impidió; pero gracias a ello, la fiesta no está hoy un poco más decadente que ayer.
Alberto Aguilar dio un aldabonazo, y se reivindicó como torero, pero la puerta grande es otra cosa
.ANTONIO LORCA
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