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martes, 8 de diciembre de 2015

Recuperar ganaderías

Este parece el invierno menos gris de los últimos años. No es que hayamos solucionado los problemas capitales que ahogan a la Fiesta, pero hay algún rayo de mayor esperanza de cara al futuro. Los políticos dirían que se ha frenado la caída, que aparece la estabilidad, que vamos a subir unas décimas de cara al mañana, que no hará falta un rescate, o sea una ruina a la griega, y que entre las nubes aparece el sol.
 Y en verdad algo hemos mejorado. Por dentro y por fuera. De repente una generación joven, torera, ilusionante, con personalidad, ha aparecido en escena en la arena de las mejores plazas. Gente joven con el toreo eterno en el corazón. Buen síntoma.



 Y eso rompió el telón de acero y los carteles se abren, aunque habrá pelea por las cuatro ganaderías que ya sabemos y que además de gustar a los toreros tienen vitola de delicatessen para las figuras. Error. 
Porque en ese afán de reducir a poco las ganaderías preferidas han dejado fuera otras muchas que son, eran, o pueden volver a ser lo mismo, tanto o mejor que algunas de las que se venden en el gourmet ganadero.
UNA LARGA LISTA DE HIERROS QUE MERECEN UN MEJOR TRATO.-
 Se ha abandonado, por ejemplo, Salvador Domecq (el depósito de gasolina o casta de la familia durante años) y ahora se ha demostrado que ahí hay de nuevo futuro. Se orilló lo de Torrestrella, lo de Torrealta, lo del Marqués de Domecq y escribo sobre sangres similares a las preferidas.
 Porque luego habría que señalar que se borraron de lo de Santa Coloma, de casi todos los “pelos grises” como llama Bolívar a los de Victorino, Adolfo y demás hierros de este encaste.
 Se ha castigado exageradamente a Cebada Gago (el otro día recitó Cuberta la cantidad de figuras, incluido José Tomás, que mataron y triunfaron con este hierro desde Manzanares padre a Emilio Muñoz en la Feria del Toro navarra). 
El desprecio a hierros como el de Baltasar Ibán, que también lo mataron todas las figuras, y aquel “Bastonito” que toda la afición recuerda y en su heroico pulso con un colombianito bravo llamado César Rincón. 
Y lo de Cuadri y ganaderías buenas con sangre Domecq, Núñez, lo que se muere de Guar­diola, cuánto abandono, cuánta riqueza ganadera hemos dilapidado en el olvido, la indiferencia y la injusticia.
Dios mío y lo de Murube condenado a los rejones. Todas las figuras se apuntaban a un encaste básico, fundamental, lo de Murube, lo de Urquijo, lo de Bohórquez y lo de Capea, de don Pedro Gutiérrez Moya, que en lugar de gastarse su dinero bien sudado en las plazas de todo el mundo, ha rescatado en plenitud el toro de Murube. 
Y es un crimen que sólo valga para los rejones, que valen, pero con los cuernos cercenados y fuera del circuito de a pie. Creo que este año Capea quiere apostar por corridas normales al menos en la mitad de su camada. 
Eso es positivo, un encaste tan personalizado dará riqueza a unos carteles, que en lo torista y para figuras, no salían del sota, caballo y rey.
 Ojo y eso no quiere decir que ganaderos como Daniel Ruiz, Garcigrande, Cuvillo, Victoriano del Río y el escaso resto de habituales, sean malos. Nada de eso.
 Son buenos ganaderos, con corridas en las que salen toros francamente buenos y por tanto deben estar en las ferias. Pero otros muchos, también. Y hemos aportado nombres. Más otros que sobreviven gracias a la pasión torista de los aficionados franceses.
Con todo esto quiero decir que la riqueza de la Fiesta está en la base: el toro y que la mayor garantía de futuro sería primero esa realidad de toreros nuevos que van a aportar frescura, novedad, interés y competencia.
 Y aportar no quiere decir borrar a nadie. Las figuras son las figuras.
 Los nuevos son los nuevos y ahora, eso sí, a competir y el resultado se verá en la plaza y el jurado, como siempre, será la afición.

Por Manolo Molés

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