A Diego Urdiales le volvieron a tocar en suerte los más complicados, pero con matices importantes entre ambos.
“No hay toro pero sí torero”, le gritaban desde los tendidos.
El diestro español se mostró firme y valiente en su lote, pero marró en la suerte suprema
Urdiales se ha ganado a la buena afición de La México, la otra, la del todo vale, no se ha enterado aún de lo que es la pureza.
Su segundo, que era el cuarto de la tarde fue otro cantar. Un jabonero muy bien hecho y con una maravillosa y violenta embestida. Tanto es así que al ir al caballo rompió la vara.¡ Qué gusto ver una puya larga con la vara rota y el toro fijo!.
Un toro bravo exige dos, cuando no tres, puyas. Urdiales repentinamente se encontró con unos de esos toros que han marcado su carrera, y claro, le habían dicho que en México salen unos bichitos que pasan y pasan por la muleta sin codicia ni peligro. Tardó el español en reaccionar ante la furia del animal que le sobrepasaba.

Se puso donde hay que hacerlo para que el titán llegado del campo mexicano se plegase a la voluntad de su muleta.
No fue mucho, dos tandas, pero sobre todo dos pases eternos, uno por la derecha, y un natural caído, ayudado por el estoque, al más puro estilo Curro Romero; inmenso.
Aún así no fue faena de oreja, no pudo vencer al furioso animal que además iba cada vez más hacía al bulto pues fue una corrida dura, brava pero con un punto de traicionera mansedumbre que la hacía más vibrante.
Urdiales se va otra vez sin trofeos pero entre los aplausos de un público que ya le quiere.
Urdiales se va otra vez sin trofeos pero entre los aplausos de un público que ya le quiere.
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