Por Santi Ortiz.
Hace unos días, aparecían unos libelos firmados por la plataforma
animalista “Anima Naturalis”, encabezados por una pregunta retórica –no por
ello menos desalmada– en la que se formulaba si los taurinos queríamos propagar
el COVID-19; esto es: el tipo de coronavirus que nos asola, convertido, por su
imparable difusión, en pandemia global.
No
contentos con esta vileza, no tenían reparos en afirmar que las plazas de toros
eran un foco de infección y contagio que ponían en peligro a la ciudadanía, a
lo que seguía como conclusión la petición de ayuda para acabar con las
corridas.
Aprovechar una circunstancia como la que padecemos –tan grave como para
obligar al Gobierno de la nación a declarar el “Estado de Alarma”– para arrimar
el ascua a la sardina del abolicionismo que persiguen es de una bajeza moral
sólo al alcance de los espíritus más miserables; de gente malvada y sin los
escrúpulos que le impidan cometer las acciones más viles sobre otros, como en
este caso, sobre quienes nos declaramos –cada vez con más orgullo– aficionados
a los toros. ¿Con qué argumento se permiten lanzar la sospecha de que los
taurinos queremos propagar los microbios que nos tienen a todos en vilo? En su
insoportable ignorancia, ¿quiénes creen que somos nosotros?...
En
realidad, les importa un bledo lo que seamos o dejemos de ser. Hace tiempo que
dejaron de ver el mundo como es y sólo lo miran a través del cristal de su
conveniencia.
Aquí no hay más verdad que la que ellos dictan, y los que no
pensamos como ellos no sólo estamos equivocados, sino que no tenemos derecho a
existir.
Así comienza el decálogo de su tolerancia.
Esta concepción ombliguista del mundo les ha llevado a borrar la
frontera entre la realidad y la ficción y por ahí navegan sin importarles
mentir, difamar y engañar a quien sea con tal de imponer sus sinrazones. ¿De
dónde han sacado que las plazas de toros sean un foco de infección y contagio
del coronavirus y un peligro para la ciudadanía? ¿No se ha dicho, por activa y
pasiva, que los transmisores del germen somos las personas y no los lugares?
Que se lo pregunten si no a los que duplicaron los casos de afectados tras la
manifestación feminista del 8-M. ¿Estaba el foco de contagio en las calles por
donde discurrió ésta o en la concentración de personas que figuraban en la
misma?...
Tengámoslo claro: en su fanatismo antitaurino, no tienen remedio. Bajo
el vellón de su amor a los animales,
se esconde lo más bajuno, canalla, infame y mezquino de la condición humana.
La solidaridad no forma parte de su diccionario y de la nobleza no saben ni cómo se escribe.
La solidaridad no forma parte de su diccionario y de la nobleza no saben ni cómo se escribe.
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