El aficionado debe observar y examinar al toro desde que sale por
toriles.
Hay que estar pendiente de cada arrancada, movimiento y, en
definitiva, de las distintas reacciones del toro para enten

Ante todo, y aunque haya unas características generales, es fundamental tener en cuenta qué tipo de encaste y ganadería se está viendo. No es lo mismo un Prieto de la Cal (Casta Vazqueña) que sale con todo de inicio, que un Alcurrucén cuyo encaste (Núñez) es más frío de salida.

El toro manso es el que hace lo contrario. Es decir, el que da demasiadas vueltas al ruedo buscando la salida; barbea tablas; intenta saltar al callejón; se emplaza; no acude a los cites; sale suelto; sale de los lances mirando tablas o huyendo hacia ellas; escarba; retrocede; “pasa” por las telas más que acomete.
Puede haber toros bravos pero descastados. Es decir, sus reacciones son muy buenas pero le falta motor y fuerzas para moverse. Igualmente, puede haberlos mansos y encastados. Este tipo de animales irán sobrados de fuerzas, se moverán mucho, pero sin fijeza, huyendo, etc.
En el toreo no hay nada fácil. Tienen que tenerse en cuenta múltiples circunstancias. Por ello, será clave la lidia que se le ejecute al toro. En función a cómo lidien torero y cuadrilla, el toro irá mejorando o empeorando sus condiciones.
Apuntar que en ocasiones el público se apresura en pitar a un toro que acaba de saltar al ruedo y pierde las manos o cojea. Tengamos en cuenta que un toro sale a la plaza después de haber estado enchiquerado desde por la mañana y puede salir acalambrado. Hay que darle algo de tiempo. Es lógico también que el animal dé una o dos vueltas al ruedo, una especie de reconocimiento. Esto no indica mansedumbre. Sí sería un manso de libro que fuesen vueltas muy frecuentes y a medida que avanza la lidia.
Por David Zamora
Director de Pureza y Emoción
Miembro de la Unión de Bibliófilos Taurinos
Director de Pureza y Emoción
Miembro de la Unión de Bibliófilos Taurinos
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