El empresario de Las Ventas analiza la suspensión de San Isidro y las consecuencias taurinas de la pandemia
Gestor, también, del coso de su ciudad natal ( Nimes ) , de
Valencia y Alicante, se las prometía felices tras la contratación de
José Tomás para dos tardes en tierras francesas, con una feria de Fallas a punto de comenzar, el ciclo de Hogueras en elaboración, y con los carteles casi rematados, junto a su socio Rafael García Garrido, de una feria de San Isidro “novedosa y sorprendente”, y todo se le ha venido abajo.
La
última guinda, la suspensión de la feria de Madrid, la más importante
del mundo, la que marca cada año el curso de la temporada taurina.
Treinta y un días de festejos, del 12 de mayo al 14 de junio, que
pasarán a la historia como un ciclo fantasma que no se celebró.
Simón
Casas reconoce que la situación es “dramática y ruinosa”, pero asegura
que no pierde el coraje, y dice estar convencido de que “esta profunda
crisis debe servirnos para reflexionar seriamente y adaptar la
tauromaquia a las nuevas circunstancias; si no lo conseguimos, la fiesta
corre el peligro cierto de desaparición”.
“Mi estado de
ánimo está condicionado por el realismo”, afirma Casas. “La tauromaquia,
como tantos otros sectores, está sufriendo un drama, pero nunca he
bajado la guardia en mi vida; al contrario, considero que esta crisis,
que pone en riesgo el futuro de la fiesta y de la economía en general,
es un motivo de reflexión que debe desembocar en una nueva gestión de la
fiesta. La pandemia nos ofrece un motivo para el cambio, pero ya los
había, antes de la crisis”.
“La producción de la nueva tauromaquia y se debe adaptar a las circunstancias. Es una necesidad”.
Reconoce que la suspensión de la feria de San Isidro ha sido un golpe
muy duro, pero no menos que la de otras ferias importantes como las
Fallas o la de Sevilla.
“Personalmente, se me presentaba un año muy
positivo”, añade, "pero todo se ha venido abajo”.
- ¿Mantenía la esperanza de que pudiera celebrarse el ciclo madrileño?
La empresa llevaba trabajando más de tres meses en
la gestión de la feria, pero antes del 25 de marzo, fecha prevista para
la presentación de los carteles, éramos conscientes de que las razones
sanitarias impedirían la celebración de cualquier espectáculo.
Asegura
que no conoce la cifra exacta de las inversiones ya realizadas en la
preparación del ciclo, pero explica: Sé que ha sido mucho dinero,
porque la empresa cuenta con una plantilla de 20 trabajadores que
trabaja todo el año; en invierno no hay ingresos ni actividad artística,
pero sí de gestión.
- Lo cierto es que se ha perdido un San Isidro que usted mismo había avanzado que sería de mucha categoría.
-
Así es. No se pudieron rematar todos los carteles, pero estaban seguras
todas las figuras, y había muchas combinaciones del máximo interés.
Solo quedaban algunos flecos para la contratación de El Juli y Ponce y la cuarta corrida de Antonio Ferrera, pero…
- Así, las cosas, se supone que este año no deberá pagar el canon de 2.800.000 euros a la Comunidad de Madrid…
-
Sería poco sensato pagar por una explotación que no existirá como tal.
No solo en Madrid; todas las plazas deben reequilibrar sus contratos de
explotación en función de las circunstancias que ha producido la
pandemia. Si queremos salvar la fiesta, hay que buscar las condiciones
de sostenibilidad económica que hagan posible su mantenimiento. El
temblor de tierra que ha producido la pandemia deberá permitir la
readaptación de los contratos; de lo contrario, la fiesta se sitúa al
borde de la desaparición.
- Sin las ferias de Fallas, Nimes, Madrid y con la de Alicante aplazada, usted tiene una ruina sobre las espaldas…
- Yo y todos los empresarios taurinos.
Simón
Casas ejerce también como presidente de la Asociación Nacional de
Organizadores de Espectáculos Taurinos (ANOET), que agrupa a los
empresarios de las plazas más importantes, y en nombre de todos ellos
asegura que mantienen una comunicación muy avanzada con el Ministerio de
Cultura y Deporte:
“Reivindicamos que la tauromaquia tenga el mismo
trato que el resto de los espectáculos culturales de este país”.
Dice
que se reúne tres o cuatro veces a la semana con la junta directiva de
ANOET, y que están trabajando con unidad y realismo por el futuro de la
fiesta. “Podremos gustar más o menos”, añade, “sin embargo, los festejos
se celebran gracias a los empresarios; aquí no hay subvenciones y el
único dinero es el de la taquilla, de modo que si el empresario está de
rodillas, lo está también la fiesta. Nosotros ya estamos de pie, y nunca
había visto un espíritu tan positivo, solidario y realista como ahora”.
- ¿Será capaz la tauromaquia de superar la crisis de la pandemia?
-
La economía ha cambiado y se impone un esfuerzo de realismo.
En la
tauromaquia, como en los demás sectores, habrá que imponer una economía
de guerra.
Antes del coronavirus, este negocio ya sufría una incapacidad
crónica, patológica, de adaptación a los nuevos tiempos.
Se seguía
programando y gestionando como hace 50 años, sin darnos cuenta de que el
mundo ha cambiado. Debemos proteger la esencia de la fiesta, pero
adaptándonos a los tiempos. Si la fiesta pierde de manera definitiva la
conexión con la época que vive, desaparecerá, y no por falta de afición,
sino por una mala gestión.
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