A diferencia de anteriores crisis, en esta ocasión quienes más van a sufrir no son los ganaderos modestos, sino aquellos que mayor número de cabezas de ganado poseen en sus fincas. Ellos van a tener un excedente de toros cuyo destino, más que posiblemente, sean estos matadero.
La
Unión de Criadores ya ha presentado sus cuentas: «De cancelarse la
temporada taurina española por la epidemia del coronavirus, las pérdidas del sector podrían superar los 77 millones de euros». Explican que el cálculo de esa cifra viene derivado por el coste medio de los más de 7.000 toros, cuatreños y cinqueños, previstos para lidiarse esta temporada, y del mantenimiento de los añojos, erales, y utreros y vacas de vientre que quedarán en el campo.
La Unión de Criadores de Toros de Lidia ha solicitado al Ministerio de Agricultura
una serie de medidas que palien el desgaste económico que esta crítica
situación va a generar en el sector. En primer lugar, piden ayudas directas a la producción con
destino a la cadena alimentaria, como sucede con otros sectores
ganaderos, y también para atenuar «la pérdida del valor cultural,
genético y medioambiental de las ganaderías de bravo», que aseguran que
basa el 90 por ciento del precio de su producto. Del mismo modo,
proponen la consideración a las explotaciones de bravo dentro del paquete de ayudas para facilitar liquidez el mantenimiento del empleo.
Los camiones no han parado de desembarcar animales bravos en las corraletas de Mercasevilla y Matadero del Sur
Los ganaderos dan la batalla por perdida. Sin tener aún la certeza de la cancelación total de la temporada, están enviando gran parte de sus toros al matadero sin haberlos tentado ni en sus propias fincas. Tras la Semana Santa no han dejado de llegar camiones cargados de corridas a las corraletas de Mercasevilla y del Matadero del Sur. Encierros que podrían haber saltado a los ruedos de las primeras ferias como Valencia, Castellón y Sevilla. Animales limpios (sin defectos), vírgenes (sin torear) y con el trapío suficiente para cualquier envite.
No
son casos aislados, sino la práctica totalidad de la cabaña brava
española. Todas aquellas ganaderías que tenían cinqueños listos para
lidiarse los están embarcando, asumiendo unas pérdidas insostenibles. Los mataderos están pagando aproximadamente 500 euros por la canal de cada toro, mientras que los ganaderos aseguran que el coste de su manutención durante estos cinco años oscila en torno a los 5.000 euros.
El coste real del toro únicamente lo puede sustentar la taquilla y su espectáculo.
La carne del toro de lidia es de las peores pagadas del ganado vacuno.
«No es una carne buena porque no infiltra grasas. Sale con el pH bastante alto y esto devalúa su coste», señala Alejandro Revuelta, gerente de Matadero del Sur (Salteras). Sólo en esta pasada semana han matado más de ochenta reses bravas. A este número hay que sumarle las que han sido sacrificadas en Mercasevilla, que, por poner un ejemplo, solamente el miércoles apuntilló 24 toros de una prestigiosa ganadería: cuatro corridas de toros completas, anunciadas en estas primeras ferias.
Ambos centros superan las doscientas cabezas sacrificadas desde el pasado lunes. Este envío masivo de toros al matadero está incrementando el stock de carne, lo que «ha causado un desplome sin precedentes de los precios del mercado», explican desde la Unión de Criadores de Toros de Lidia.
La empresa encargada de la gestión del matadero de Mercasevilla, «Gesesur 2»,
reconoce el incremente de reses recibidas en sus instalaciones. «Somos
un matadero de servicio». Un tratante de ganado les lleva los toros, ellos se encargan de sacrificarlos y se los devuelven desollados. «Hay un exceso de piezas nobles como el solomillo o el lomo,
cuya salida era la hostelería. Esperemos que esta bajada no sólo afecte
a los ganaderos, sino que también se disminuya el precio en las
carnicerías».
Los ganaderos son reacios a hablar del asunto. Tras los cinqueños, están embarcando machos de todas sus camadas y vacas, con el propósito de reducir las ganaderías para los próximos años, augurando un futuro, nunca mejor dicho, «de vacas flacas». Los más esperanzados están intentando aguantar los toros con cuatro años por si se pudiera reiniciar la temporada tras el verano, y así tenerlos óptimos para cualquier plaza.
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