La Empresa Pagés desembarcó en 1933 organizando un breve ciclo de cuatro corridas de toros. 85 años después, ahora anda en la complicada tarea de hacer sus números para cuadrar la que será una nueva feria de abril y todo su abono.
En esta ocasión, la Casa Pagés se mueve en compañía de su nuevo aliado, Simón Casas colaborando en la confección de sus carteles, que ya no pueden tardar mucho en ver la luz.

No siempre fue así.
La historia más reciente nos enseña las largas ferias de los años del ladrillo, abombadas a lomos de un abono potente, que contrasta con otras épocas felices en lo taurino en las que el ciclo primaveral se reducía a un breve puñado de festejos.
El número fue idéntico en los dos años siguientes pero el 18 de julio del 36 cambiaron muchas cosas; también en lo taurino. En 1937 no hubo feria; tampoco la habría el resto de la Guerra pero la plaza mantuvo cierto pulso festivo programando una corrida y una novillada en torno a las fechas abrileñas en 1938 y 1939. Con la posguerra se retomó la normalidad, al menos dentro del ruedo...

El modelo se mantiene –un festejo arriba o abajo– en esos años aunque en el 48 ya encontramos un ciclo de ocho espectáculos al que hay que sumar una novillada dominical de intermedio entre Resurrección y los farolillos. En esos años, el ciclo continuado suele epilogarse de una novillada.
Ese serial ininterrumpido se mantiene entre los cinco y los seis festejos al comienzo de los 60, la llamada Década Prodigiosa que alumbrará toreros como Puerta, Camino, El Viti o Curro Romero. En el 62 ya son 7 festejos y 9 en el 63.
Pero hay que esperar hasta finales de la década para ver despegar definitivamente el ciclo abrileño.
En el 67 se anotan once tardes ininterrumpidas que en 1971 son doce, incluyendo el estreno del primer espectáculo de rejones, espoleado –nunca mejor dicho– por los hermanos Ángel y Rafael Peralta.

Hay más cambios: en 1981 se habían estrenado los toros de Guardiola en el antiguo Lunes de Resaca.
No se moverán de ahí en dos décadas.
En la segunda mitad de los ochenta, la Feria vuelve a estirarse alcanzando la cifra de quince funciones al finalizar la década a los que hay que sumar las dos novilladas matinales en pleno boom de Finito o Jesulín.
Los números estallan en 1992, el año de todos los fastos. Se habían programado 20 espectáculos seguidos pero se suspendieron dos por la trágica muerte de Manolo Montoliú.
Llega una nueva calma en los años siguientes. Se programa un nuevo festejo de rejones que se une a las 13 o 14 corridas de rigor.
Finalizan los 90 y siguen creciendo el número de corridas, que en 2001, después del aterrizaje de Eduardo Canorea y Ramón Valencia, alcanza la cifra de 18 funciones a pesar de la supresión de la corrida del Lunes de Resaca.
El recorte más drástico --que implicó un retorno a las cifras de mediados de los 80-- llegó en 2013.
Y en esas seguimos...
►Por Álvaro R. del Moral
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