Radiografía económica
La crisis del sector taurino tiene muchas aristas, como la reducción de la asistencia de público, la devastadora penuria ganadera, el irresponsable abandono de las estructuras organizativas y económicas y de todo marketing... Pero en lo estrictamente referido al número de festejos celebrados en los cosos, tiene sólo dos caras. Mientras las plazas de primera y segunda categorías aguantan el chaparrón con un ajuste que casi se podría tildar de mera corrección, las plazas de tercera se han visto absolutamente sobrepasadas por el vendaval de la depresión inmobiliaria y la sequía recaudatoria de los ayuntamientos.
Desde el apogeo de 2007 a 2011, el número de festejos totales ha caído un 45%. Es decir, se han dejado de celebrar 995 tardes de toros (corridas, novilladas, rejones o mixtas). Un millar en un año. Se dice pronto. Y casi toda la pérdida se debe a las plazas de tercera, que han visto cómo el viento de la crisis se llevaba 896 festejos mayores. O sea, el 90% del total que se ha perdido. Nueve de cada diez.
Festejos celebrados en España en 2007:
Festejos celebrados en España en 2011:
Los datos son tan drásticos que se explican solos. Como se ve en estos dos gráficos, en 2007, en pleno boom inmobiliario, en las plazas de tercera de España se celebraron nada menos que 1.665 festejos. En 2011, sólo cuatro años después, la cifra disminuyó hasta 769. Un escalofriante 53,8% menos. Esto denota que la necesaria reconversión del sector se ha pasado de frenada. Los ayuntamientos son titulares de infinidad de plazas y promotores de las fiestas de cada localidad, que muchas veces incluyen corridas y novilladas. Y ahora simplemente no tienen dinero más que para los gastos imprescindibles. Y eso cuando les llega. De hecho, los consistorios ahora recaudan cada año 15.000 millones de euros menos por conceptos inmobiliarios y urbanísticos que en 2007, según los datos del Instituto de Práctica Empresarial.
Decíamos que la cara menos negativa para la fiesta es la de las plazas de primera y segunda. En las primeras el ajuste se está notando en la venta de entradas (ahí están Sevilla para demostrarlo y la renovación de los abonos de Madrid para dar un pequeño aviso), pero no hasta el punto de tener que reducir con fuerza el número de festejos. No en vano, las grandes ferias están muy asentadas. De esta forma, en los cuatro años de redimensionamiento de la economía taurina, el número de festejos en plaza de primera descendió sólo un 11,8%.
Los datos de enero a abril no son esperanzadores. Además, el cese de las corridas en la Monumental de Barcelona en 2012 empujará esta estadística a la baja, pero por motivos ajenos a la crisis del sector económico taurino, de sobra conocidos por todos. En la ciudad condal se venían celebrando unas 18 corridas al año, por lo que la caída en la primera división puede llegar con facilidad al 20% este año. Aunque los toros podrían volver a Cataluña en 2013.
En las plazas de segunda la caída de 2007 a 2011 ha sido del 24%. En el conjunto de los cosos de primera y segunda, el retroceso acumulado es del 18,8%. Un ajuste no tan abrupto, en plena caída del consumo, sumidos en la segunda recesión reciente y a las puertas de la depresión de 2012. Y sobre todo, no tan abrupto para lo poco que hacen los empresarios por evitarlo.
Pese a que en estas ferias el ajuste se está produciendo en la asistencia de público, la resistencia a la disminución de festejos da pie al optimismo a largo (bastante largo) plazo. Volverá la pujanza a los pueblos y resurgirá la cara más humilde de la fiesta. No será lo de antes, y estará bien así, porque si algo se saca en limpio de la experiencia cercana es que cualquier burbuja es en el fondo perniciosa y, al final, sale cara.
Pero, claro, la bonanza económica no volverá sola y porque sí. Así que las empresas taurinas deberían despertar de una vez a la realidad que viven y ponerse manos a la obra cuanto antes, lanzando una batería de incentivos que acerquen a los espectadores a los tendidos -al final, ése es el marcapasos de la crisis del sector-. Propuestas hay muchas, que implican a todo el sector: Descuentos; marketing; (mucho) mejores carteles; iniciativas culturales para todos los públicos; participación ciudadana; voz (y por qué no, voto) al aficionado; hermanamiento entre ferias (potenciando que el que va a una, vaya a la otra); mayor acercamiento a la televisión; unión del sector en una sola voz que lo represente y con una política comunicativa centralizada, unívoca en lo posible; exogamia; ciclos de conferencias didácticas, con datos; bajar a la arena del debate público con los antis, en terreno neutral; incrementar la publicidad en medios no taurinos (sobre todo, TV); un Pacto por la Fiesta en el que administraciones, toreros y empresarios renuncien a una pequeña parte de su pastel en pos del fomento de la tauromaquia; una campaña pedagógica potente (sufragada por todos los miembros del sector, como las extensiones de norma ganaderas); adaptar los honorarios a la realidad de la crisis; hacer lobby sin complejos en los pasillos políticos; llevar el toro a las escuelas; denunciar con potencia el abuso del IVA de las corridas; implicar más a la clase intelectual... etcétera, etcétera. En suma, hace falta moverse.
Todo esto se debería haber hecho ya. Y pese a ese inmovilismo, las plazas importantes no han sufrido una crisis mayor a la de otros sectores. Eso da una idea de la pujanza de este sector. Cuando se haga, las plazas de tercera resurgirán y las de primera y segunda ganarán músculo económico. Mientras tanto, como dijo Belmonte tras una cornada: "Se vive. De milagro, pero ¡se vive!".
Por Juanma Lamet
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