El
día 29, en la Plaza Monumental de Las Ventas, se cortó la coleta al término de
la corrida un torero irrepetible: Julio Aparicio, para mí -aunque sé que a él le
gusta poco que así se le llame- Julito.
Se cortó la coleta en el único acto de
verdadera dignidad y torería de toda esta lamentable Feria del 2012. Y se nos va
uno de los toreros privilegiados en arte, gracia, luminosidad y "pellizco" que
ha dado el toreo en las últimas décadas. Tocado por esas "gotitas" sublimes que
según el siempre recordado y único Rafael de Paula, "Dios...deja caer sobre muy
pocos, pero grandes creadores". De cualquier
arte.
La emoción que hoy siento, no me
permite extenderme demasiado en esta nota. Ni quiero hacerlo. Sólo señalar
algunas pequeñas o grandes cosas.
Fue Aparicio un novillero absolutamente
excepcional, el mejor que yo he visto nunca, en finura, estilo, y gracia pura
sevillana. En alegría de cante chico y hondura de cante grande.
Recordaremos
siempre aquella mañana en la Maestranza sevillana del casi niño Julito. Pura
gracia angelical, sublimes maneras.
Hasta llegar a su época de matador de toros
-gran matador por cierto- y comienzan sus grandes tardes... y sus ciertas
desigualdades, pero siempre en gran torero.
Después de tardes cumbres en casi
todas las primeras Plazas de España, llega a Madrid un 18 de Mayo de 1994, tarde
que resulta inevitable señalar por su faena única al toro Cañeco de
Alcurrucén. Este día significó su consagración definitiva, sobre todo para el
gran público: los visionarios del toreo, ya lo sabíamos desde aquella
transparente mañana sevillana.
Prefiero casi pasar por alto un hecho
trágico, pienso que muy definitivo en su vida: la horrible y diabólica cornada
que le atravesó el cuello un 21 de Mayo del 2010 en Madrid, cornada
proporcionada por un toro de Juan Pedro Domecq, ¡asesino de poca casta, y peor
sangre! Me hubiera gustado que a Julio Aparicio le hubiera cortado la
coleta un torero, un torero de verdad. No podré olvidar nunca la frívola y
estúpida sonrisa disimulada del Fandi cuando realizaba este mítico acto.
Recuerdo que su alternativa en Sevilla la recibió de las manos mágicas de Curro
Romero, por ello me da tanta tristeza haberlo visto terminar en esas otras manos
sin ninguna significación, ni en el toreo, ni en su vida
personal.
Recuerdo siempre a su padre el gran
Julio Aparicio, primerísima figura del toreo y uno de los más poderosos y
completos entre los más grandes de su época.
Recuerdo a su Malena, madre del torero,
desaparecida hace pocos meses. Grandiosa Malena, tan querida y eje vital de
todos los suyos, además también de gran artista.
Y quiero terminar -aunque me salga de
mi estilo, porque el hecho lo merece- dándome el gran gusto de hacer un
gigantesco "corte de manga", digno de Fellini por su enormidad, a todos aquellos
que le tiraron almohadillas a Julio Aparicio en la primera
Plaza del mundo: Monumental de Las Ventas. Almohadillas tiradas durante el acto
y después del corte de coleta. ¡Va por ellos...!
Y para un torero grande, Julio
Aparicio, Julito, mi admiración de siempre, mi solidaridad, y mucha suerte en la
vida... haga lo que haga. Fue un torero, un torero de los más grandes, es un
torero. No dejará de serlo nunca. Tiene alas... "para volar sobre las nubes, y
contar las estrellas de una en una". Y esas alas no se las ha cortado nadie.
Gracias torero.
Fernando Bergamín Arniches.
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