En la plaza de Juriquilla, en el estado de Querétaro (México), reapareció este sábado 3 de mayo José Tomás, para salir a hombros con Fernando Ochoa, que se despedía del toreo.
Al torero de Galapagar, que le cortó las dos orejas al primero de la tarde, se le ha visto muy puesto y en excelente forma. Su faena al toro del triunfo ha estado marcada por su sello personal y culminada con una buena estocada.
Pero fue con el 5º donde puso al público en pie con una gran faena, luego malograda al fallar a espadas. José Tomás ha dejado claro en su vuelta a los ruedos que sigue siendo el de siempre.Empezó la tarde con una toro De los Encinos que daba la razón a los que sospechan de tanta facilidad para un matador serio. ‘Siempre Amigo’ se llamaba, y tan amigo que era, noble hasta la bobería, casto que no con casta y si ganas alguna de cornada como la que tuvo a mano con un subalterno. Toreó José Tomás desde el principio con una claridad deslumbrante, en el sitio exacto, recto y pausado. Pero nuestros corazones, fuesen de plebeyos anónimos , de la ‘socialité’ o del poder , seguían sin rastro del éxtasis ansiado. El toro blando embistió con clase al caballo y se desinfló con una simple vara, a partir de ahí todo resultó banal. Vimos un José Tomás en gran forma física pero con un torito que hacía parecer el evento un entrenamiento. Gran estocada y dos orejas.
La falta de trapío se repitió con su segundo que era el primero de Fernando de la Mora. Con pinta de toro pero con esa extraña sangre de la ganadería que por momentos parece no brotar. Con el Tomás trabajó con seriedad hasta encontrarle unos bellos pases con la izquierda. Llegaron unas ‘manoletinas’ ajustadas pero huérfanas del vértigo que debe poner la mordaz naturaleza del astado. Otra estocada precisa premiada con un simple saludo al tendido. José Tomás estaba a punto de cerrar la tarde sin erizar la piel de los presentes.
Y llegó el tercero, ‘Rey de Sueños’, otro de De la Mora al que recibió el torero del mechón blanco, con unas medias verónicas recias, ajustadas, lentas, arremolinadas y emocionantes que dejaban a los presentes, ahora sí , expectantes ante lo que tiene aroma de momento único. Encontró la emoción en el toro Tomás y para no perderla impidió al picador ir más allá de un picotazo. El toro con su bravura sin tocar lució en banderillas con Gustavo Campos, para luego embestir unos derechazos inertes, a media altura, perfectos, con toda la suerte cargada en la pierna fija del torero. La intensidad crecía y Tomás cambió la muleta de mano. Mostrándose al animal al natural éste le buscó con los pitones su carnalidad y lo que encontró fue el valor legendario del torero. Tomás dio un paso al frente del toro y otra zancada inalcanzable en el escalafón. Lo que sucedió acompañará a los allí presentes el resto de sus vidas.
Fue la perfeccción del toréo en tres tandas de algo que debería llamarse ‘sobrenaturales’ y que aún siguen deslizandose en en al aire. El toro, con genio sometido, seguía el remolino marcado por el eje de carne que la pierna izquierda de José Tomás ancló a la arena de Juriquilla. Tan cerca estaban toro y torero que los giros eran al unísono, una sola escultura de vida para preservar en la memoria. Unas manoletinas , éstas sí llenas de vértigo, y un amago de cogida que afrontó con la calma de siempre antes de tomar el acero. Siete intentos y un aviso que dejaron al de Galapagar sin mas apéndices. Daba igual, lo sublime había sucedido, los presentes se mostraban los unos a los otros sus brazos con el bello de punta.
Fue la perfeccción del toréo en tres tandas de algo que debería llamarse ‘sobrenaturales’ y que aún siguen deslizandose en en al aire. El toro, con genio sometido, seguía el remolino marcado por el eje de carne que la pierna izquierda de José Tomás ancló a la arena de Juriquilla. Tan cerca estaban toro y torero que los giros eran al unísono, una sola escultura de vida para preservar en la memoria. Unas manoletinas , éstas sí llenas de vértigo, y un amago de cogida que afrontó con la calma de siempre antes de tomar el acero. Siete intentos y un aviso que dejaron al de Galapagar sin mas apéndices. Daba igual, lo sublime había sucedido, los presentes se mostraban los unos a los otros sus brazos con el bello de punta.
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