
Así inmortalizó, en épicos versos, el poeta santanderino Gerardo Diego el tremendo valor que cada tarde exhibió sobre el ruedo «El pasmo de Triana».
Precisamente hoy se cumplen cincuenta años de la muerte del matador de toros Juan Belmonte. Enterrado en el cementerio sevillano de San Fernando, aún pervive el drama de aquel suicidio, que se llevó de un fatídico disparo en su cortijo de Gómez Cardeña a una figura del toreo mayúscula.
Para recordar su descomunal personalidad, se han programado diversos actos, salpicados por toda la geografía española, que recuperen la genialidad de un diestro que lideró la Edad de Oro del toreo junto a Rodolfo Gaona y, sobre todo, José Gómez «Joselito, El Gallo», con el que compartió una rivalidad encarnizada. Una solemne misa en la Basílica del Santísimo Cristo de la Expiración será el punto de partida. Tendrá su continuación en 2013 con el centenario de su alternativa. Por el camino, coloquios, mesas redondas, proyecciones de sus faenas filmadas… Todo ello coordinado por el Comité de Honor creado al efecto, en el que estará presente parte de la familia Belmonte.

En marzo de 1913, llegaba el debut en Madrid, en la desaparecida plaza de la carretera de Aragón. El impacto que despierta es el pasaporte directo a la alternativa, en el mismo coso, en septiembre. Aquella tarde se despedía del toreo su padrino, Machaquito. La temporada siguiente, ya consolidado, supuso el inicio de la rivalidad entre belmontistas y gallistas. Más de 250 duelos entre ambos en apenas seis temporadas.
Alrededor de ambos comenzó a surgir una expectación que aumentó con los años y que despertaba la admiración de los públicos.

Un paso a la posteridad ganado a ley delante del toro. No en vano, Juan Belmonte puede presumir de ser el único diestro que ha cortado dos rabos en Las Ventas. Dos tardes de gloria máxima. Dos hitos que se suman al vertiginoso alud de cifras que adornan su trayectoria: casi mil quinientos toros lidiados, quinientas orejas en el esportón y 117 rabos cortados. Guarismos mareantes. Delicioso contrapunto para un torero hierático. Reposado. Eterno.
ISMAEL DEL PRADO (LA RAZÓN)
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