Lo de ¡illa, illa, illa Padilla maravilla! se convierte en un carnaval de banderas piratas y auténtico desmadre que termina por fulminar cualquier atisbo de seriedad en la actuación del torero. Pamplona se ha entregado a Padilla hace tiempo, y la verdad es que este torero en su momento hizo méritos sobrados para ganarse semejante fervor.
Pero después de su tremenda cogida en Zaragoza el cariño por el torero en Pamplona ha dado paso a una pasión que no recordamos ni con Galán, Puerta, El Viti o Ruiz Miguel, por citar algunos de los ídolos de esta plaza.
A propósito, desperdició la calidad del sobrero lidiado en cuarto lugar con descarado ventajismo por el soberbio pitón izquierdo del toro.
Jiménez Fortes, vestido de guardarropía - picassiano -como si se disfrazara de torero, se empeñó en dos faenas de insoportable duración ante dos toros apagados y sin recorrido. Que pesado.
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