Cuanto menos preocupante.
Ese es el adjetivo adecuado para la situación que vive la remozada
Plaza de Toros de La Malagueta a lo largo de estos últimos años.
La feria de 2019 ha venido a corroborar un
momento en el que se ha tocado fondo. Si a la escasa asistencia de
público, le unimos un abono compuesto por ocho festejos y en el que las
principales figuras se siguen haciendo presentes con emolumentos
disparatados, la combinación acaba siendo una auténtica ruina. José
Carlos Escribano, cabeza visible de la empresa que gestiona el coso por
último año a la espera de solicitud de prórroga o no, hablaba hace unos
días de repartir esos festejos de feria a lo largo de la temporada.
¿Reducción o división? Reducir festejos es otra de las opciones y para
ello se debería de ofrecer un espectáculo donde se reuniese variedad,
calidad y garantías de éxito.
Sería lo más sensato a estas alturas
porque ya pudimos comprobar como en la corta etapa de la Casa Chopera,
aquel invento por convertir La Malagueta en plaza de temporada fue un
fiasco monumental. Diputación, como propietaria del coso, tiene el deber
de darle más de una vuelta de cabeza a esta situación y conseguir,
desde el consenso, que Málaga vuelva a situarse entre las plazas más
señeras del panorama taurino después de una reforma histórica y
necesaria de uno de los monumentos más importantes de la ciudad.
Atrás
quedaron tiempos de bonanza donde la presencia de José Tomás salvaba
parte de los muebles de los despachos, este año estuvo apunto de volver a
servir como “salvador” para la reinauguración del coso, pero al otro
lado del teléfono se hacía el silencio.
Por otra parte, la afición ha huido de los
tendidos, sin la más mínima intención de volver.
Ello, va en detrimento
de la presencia de ese público fiestero que aplaude todo ya sea bueno,
regular, malo o malísimo, y que además desconoce las normas por las que
se rige este espectáculo, normas cuyos propios profesionales pisotean
tarde tras tarde.
Demostrado queda que ni con una flamante campaña
publicitaria del abono, que no del Certamen Internacional de Escuelas
Taurinas, se ha conseguido llevar público a una plaza que nunca debió
dejar de ser de 2a categoría por capricho político y donde la ausencia
de Roca Rey dio al traste con la posibilidad de colgar el único “No hay
billetes” en la corrida del sábado 17. Cerca de ese hito quedó la
Picassiana del lunes 19 donde Pablo Aguado causó baja.
Un abono de ocho tardes no puede
recordarse con tan solo algunos detalles. De ellos formó parte la
presencia de un rejuvenecido Ponce que volvió a dejar constancia de su
técnica, el torero a caballo de Ventura, el reencuentro con Málaga de un
inconmensurable José María Manzanares o los detalles de David de
Miranda y Juan Ortega. Además, la irrelevante puerta grande de un
Cayetano con disposición y ganas de agradar a los suyos.
Los últimos
retazos los dejó un novillero de Aguascalientes que lleva por nombre
Miguel Ángel Aguilar.
En cuanto al ganado, el mismo quiero y no
puedo de cada año. Juan Pedro y Garcigrande, en su línea. Para el olvido
fueron los retales de Lagunajanda y una mansada de libro de El Puerto
de San Lorenzo.
Entre tanto, aparecieron algunos toros de La Palmosilla,
con un “Fandango” sobresaliente en la muleta y dos de Cuvillo que tan
solo se lidió cuatro por lesión de los titulares, destacando a “Gineto”
por encima del resto.
Para ir cerrando, la entrada de un nuevo
gobierno andaluz fue la excusa perfecta para sucumbir al cambio de los
equipos presidenciales que tanto demandaban las figuras.
Morante, como
portavoz de sus otros compañeros a los que también molestaba la
presencia de algunos, pensaría que ni los buenos son tan buenos ni los
malos son tan malos.
Por
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