Por Santi
Ortiz
Hace cinco siglos, una flotilla de cinco barcos al mando de Francisco de
Magallanes partía de Sanlúcar de Barrameda con el propósito de abrir una ruta
comercial con las islas de las especias por occidente, lo que implicaba
descubrir un paso entre el océano Atlántico y el Pacífico. Aproximadamente,
tres años después, una sola nave –la Victoria–
regresaba al puerto de partida, al mando de Juan Sebastián Elcano, después de
circunnavegar por primera vez el mundo.
La
hazaña, que dejaba demostrada experimentalmente la redondez de la Tierra,
contuvo una concatenación de penosos episodios contabilizados por el hecho de
que, de los 239 hombres que emprendieron el periplo, tan sólo regresaron 18.
Cinco siglos más tarde, sobre un ruedo cubierto de sal lleno de motivos
alegóricos, la Sanlúcar taurina conmemoraba la gesta de Magallanes y Elcano,
anunciando por vez primera en su historia una corrida de Victorino Martín, a la
que deberían enfrentarse tres esforzados navegantes de la torería actual:
Octavio Chacón, Emilio de Justo y Pepe Moral, quienes, junto con sus
cuadrillas, lucieron para la ocasión un vestuario rescatado del siglo XVI.
Esta vez, por suerte, el desenlace de la “gesta” no deparó el dramático
balance de los que dieron la vuelta al mundo, pues al término de la corrida,
nada menos que cinco protagonistas cruzaron en hombros la Puerta Grande del
coso de El Pino, aclamados por una multitud agradecida por lo que había presenciado
en el ruedo.
Fueron éstos: los tres matadores, el ganadero y Carmelo, el
empresario, que había llevado a buen puerto su aventura, después de satisfacer
las más exigentes expectativas.
Éxito, en primer lugar, compartido con el ganadero, que envió seis
capítulos de casta para que el aburrimiento no encontrara lugar en la plaza. De
ellos, cuatro toros exigentes para los toreros, uno bueno –el primero-, que
acabó rajadito y otro excepcional –el sexto–, que se hizo acreedor a que en el
palco de la presidencia asomara el perdón naranja.
Y
éxito compartido con los tres toreros, pues cada uno dio de sí todo lo que
llevaban inscrito en sus sentimientos.
Chacón dio dos versiones de su
tauromaquia, bajo el común denominador de una técnica que siempre fue
herramienta para situarse por encima de sus toros. Con el primero, templó el
toreo y se gustó por ambos pitones, llegando a sufrir una fea voltereta de la
que salió ileso de milagro. Con el cuarto, tuvo que jugar la baza del arrojo y
la firmeza, ante un toro que lo radiografiaba a cada pase, colándose por el
derecho y reponiendo y rebañando por el zurdo.
La faena se convirtió en una
pelea que el torero admitió con valor, para terminar ganando la partida pues el
toro acabó dominado. Las cuatro orejas que se llevó en el esportón han de darle
buenas vibraciones para afrontar hoy el reto de los miuras en Bilbao.
Muy
exigente fue el lote de Emilio de Justo. Toros que reponían buscando lo que se
dejaban detrás y que pedían al diestro el carnet de firmeza. Tanto su primero,
cada vez más orientado y embistiendo con la cara a la altura del palillo, como
el quinto, al que tuvo que exponer a cara de perro para, poco a poco, ir
ganándole la pelea. Vibrante actuación del extremeño, que dejó para mejor
ocasión su contrastado toreo de clase, para fajarse con sus enemigos sacando
todo el amor propio que le cabía en el cuerpo a fin de mantener su cartel en
alza.
Dos estoconazos rubricaron su esfuerzo y una oreja de cada toro fueron a
engrosar su estadística.
Pepe Moral llegaba en un momento delicado para él, con el ánimo muy
quebrantado y con sus alforjas prácticamente vacías de confianza.
A su primero,
que reponía con repetición y exigía firmeza, se la dio con cierta
intermitencia, alternando pasajes templados y seguros, con otros de mayor
desconfianza, de ahí que la faena no acabara de tomar vuelo. Pero faltaba el
sexto, ese número 9 que la bolita del sorteo había querido incluir en su lote. Entre
toreros, siempre se ha dicho, que un toro te quita la confianza y otro te la
devuelve.
Pues bien, este “Milhijos”, negro entrepelado, que iba a poner broche
de oro a la corrida, estaba designado para que Pepe Moral se reencontrara
consigo mismo y volviera a paladear las mieles del arte del toreo. “Milhijos”
–que ojalá haga honor a su nombre– fue un toro excepcional de entregada fijeza
desde el primer momento, que se comía la muleta yendo tras ella a lo largo del
extenso recorrido que le dibujó Moral y que se llenó el hocico con la sal del
ruedo de tanto como humilló.
Debo confesar que, a veces, en su encastada
nobleza me recordó a “Cobradiezmos”, el Victorino indultado en Sevilla. Si
encastado, noble y claro fue por el derecho, por el pitón izquierdo rozó la
excepcionabilidad haciendo que el diestro de Los Palacios sintiera dentro de su
alma esa emoción, esa afición, que tan postergadas ha tenido durante esta
temporada. “Milhijos” fue un toro de vacas que puso a funcionar a un torero
perdido. Un toro de indulto.
Y con ese premio prestigió a su divisa y al
ganadero que lo ha criado.
La conmemoración magallánica no pudo tener mejor
final, y Pepe Moral, después de empaparse de toreo, experimentó la felicidad de pasear por el
salado ruedo las orejas y rabo simbólicos de su inolvidable colaborador.
http://www.canalsur.es/noticias/toros/asi-fue-la-faena-a-milhijos-el-victorino-indultado-por-pepe-moral-en-sanlucar/1472103.html
http://www.canalsur.es/noticias/toros/asi-fue-la-faena-a-milhijos-el-victorino-indultado-por-pepe-moral-en-sanlucar/1472103.html
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