Por VICENTE
PARRA ROLDÁN
Hace medio siglo, la empresa que regía el coso
onubense tenía la buena costumbre de organizar novilladas de promoción con la
presencia de diestros de la tierra, como sucedió en la celebrada el 7 de junio
de 1964, un festejo en cuyos prolegómenos la atención estuvo en el triguereño
Pablo Gómez Terrón que, muy mejorado de la importante cornada sufrida semanas
atrás en la misma plaza, acudió al callejón donde fue objeto de un gran
recibimiento.
La nota negativa de la novillada corrió a cargo del
torero de Isla Cristina Luís Tabuenca que había salido con muchas ganas en su
primero, un animal con mucho gas, y al que remató con brevedad, dando la vuelta
al ruedo. Al quinto, un animal muy descarado de pitones, lo recibió el isleño
con buenas verónicas y, tras brindar a Terrón, comenzó su quehacer con dos
pases por alto para seguir con redondos, pero, al iniciar la serie del toreo al
natural, fue enganchado en el muslo izquierdo.
En la enfermería, Luís Tabuenca fue asistido de
“herida contusa a nivel de la fosa izquiorrectal izquierda, con dos
trayectorias, una de 15 centímetros que deseca y contusiona los músculos, y
otra de 25 centímetros de profundidad, hacia arriba y a la izquierda, que
diseca el reto en toda su extensión, produciendo graves destrozos musculares,
hemorragia y shock traumático”, siendo calificado su estado por el Dr. Carlos
Núñez de muy grave, siendo trasladado a la Clínica 18 de julio donde quedó
internado.
La intervención (junto al Dr. Núñez estuvieron el
cirujano don Sancho, el médico
anestesista don Juan Garrido y el
practicante don Manuel San Miguel), duró una hora y media y, a poco de comenzar
la intervención, le fue entregada a Tabuenca la oreja conquistada a su novillo
que fue rematado por Luís Escribano, primer espada del cartel.
El triunfador de la tarde fue Juan Luís Llanes “El Calañés”
que supo sacarle lucimiento al primero de su lote, llegando con facilidad a las
gradas con su toreo. El animal fue descomponiéndose en el transcurso de la
lidia por lo que el espada optó por deshacerse de él y, tras una estocada
entera y otra media de efecto fulminante. Cortó una oreja. En el que cerró
plaza, una res muy andarina, porfió para intentar el lucimiento y, ante la
imposibilidad de lograrlo, acabó pronto. En la enfermería, El Calañés fue
asistido de “herida contusa en el dorso de la mano izquierda producida al
pincharse con una banderilla”.
Completó la terna el sevillano Luís Escribano que
paseó el ruedo en el que abrió plaza con el que abusó a la hora de los
desplantes. Mejoró con el cuarto aunque sufrió varios revolcones para no
lucirse con los aceros.
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