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miércoles, 4 de junio de 2014

Perera en la cumbre

Hizo una apuesta de gran figura y la ha ganado. Se anunció con los difíciles toros de Adolfo Martín y ha abierto por segunda vez en esta feria la puerta grande de Madrid. Es un triunfador, un torero en plenitud, un torerazo, que ayer desató la pasión con una faena al sexto de la tarde que fue una intensa lección de inteligencia, seguridad, confianza, mando, temple, buen gusto, pundonor y arrojo.
Desplegó un toreo de quietud y riesgo, del que sobresalió el temperamento, la valentía, la esencia y el aroma. Fue una demostración de técnica abrumadora, de deslumbrante suficiencia, de enorme verdad. , desmedida su ambición y desbordante su personalidad. Por eso, el fin de la historia fue llegar a la calle de Alcalá a hombros de entusiastas aficionados.
En fin, que cuando un torero como Miguel Ángel Perera llega dispuesto a todo para alcanzar el triunfo, no hay adjetivos para calificar lo que fue una actuación completísima de principio a fin, y ante dos toros exigentes que requerían un torero con los pies muy asentados, las ideas muy claras, el conocimiento profundo y un corazón grande. Ese fue ayer este torero extremeño que confirmó que su decisión es permanecer en la cumbre del toreo, a la que ya se encaramó el pasado día 23 con un primer triunfo incontestable.
Es verdad que el último toro fue el de más calidad de los complicadosadolfos, todos ellos distraídos, regateadores, de corto viaje, de apagada casta y escasa duración; pero ese sexto, que había cabeceado en el caballo y acudió sin brío a los banderilleros, se destapó ante la muleta poderosa y templada de un torero que le mostró el camino de la embestida larga. Brindó al público y los comienzos de faena fueron titubeantes, pues aunque el toro repetía, el diestro no encontraba la colocación adecuada. 
La historia comenzó a continuación: un tornillazo del toro avisó de que no estaba dispuesto a permitir errores; Perera bajó la muleta, plantó las zapatillas y tiró de la embestida en una tanda de redondos que crujieron en toda la plaza. Continuó por ese lado y confirmó las expectativas. Extraordinarios fueron, después, los naturales, ligados en un palmo de terreno, y otra tanda con la zurda, extraordinaria, el toro embebido, rematada con dos largos pases de pecho. Con la plaza rendida, cobró un estoconazo que puso al noble toro patas arriba. La plaza, conmocionada ante el faenón, se pobló de pañuelos y el presidente concedió las dos orejas y un nuevo pase para la gloria torera
. http://cultura.elpais.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿donde estaban los dificiles toros de Adolfo Martin? No vi ninguno