Termina la Feria y el balance es realmente muy pobre.
Nadie debe alegrarse del penoso coladero en que se ha transformado Madrid.
No sé cuántas puertas grandes ha habido, no sé cuántas orejas de las que uno no es capaz de recordar apenas nada.
Madrid está en una grave encrucijada que, seamos realistas, se resolverá de la peor manera posible.
El gran problema es que la nueva afición viene adoctrinada por la TV, porque los nuevos aficionados han visto más corridas en la TV que en la Plaza y eso está modificando fatalmente la exigencia.
Meditemos en esto: el último novillero ‘a la antigua’ con ambiente de verdad fue Talavante.
Estamos ante una gran encrucijada de la que sólo el toro puede salvarnos.
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