Ahí está la foto que encabeza este artículo... Con Miguel Abellán ofreciéndose al toro después de haber pasado un buen rato en la enfermería. A por todas, dando la cara y consciente de que difícilmente verá recompensa a su gran esfuerzo. Es la realidad de muchos toreros como Abellán, que a pesar de dar la cara y enfrentarse a muchas más dificultades que otros toreros, son esos otros los que gozan de todos privilegios y los que cuentan con admiración mayoritaria. ¡Qué injusta es la vida!
Abellán orinó sangre después de la corrida y tuvo que ser ingresado en la UCI para revisar sus riñones, operados hace tan sólo unos días. Todo venía ya del revolcón que le dio su primer toro, y tuvo el pundonor de ponerse delante de su segundo, un auténtico mastodonte. El toro, con poder, buscaba el cuerpo del torero, pero ahí estaba él, dispuesto a dejarse matar para alcanzar la gloria. Lleva muchos años esperando en esta dura profesión, y sabe valorar una oportunidad en Madrid. Por eso se cruzó, se atornilló y le saco al toro hasta lo que no tenía. Oreja al conjunto de la tarde.
El toreo es amplio. En él caben faenas más limpias, visualmente más plásticas, denominadas de "arte", y faenas cimentadas en el valor y en el poder. Después, cada torero le imprime su sello, su Tauromaquia. Claro que para manifestar ese toreo amplio, tiene que haber toros. Toros de la misma y de distinta procedencia; y cada ganadería, con las características que el ganadero ha ido forjando a lo largo de los años. En una palabra, tiene que haber "diversidad", de toros y de toreros. Magnífico, ¿no? Así no se tiene la sensación de ver el mismo espectáculo una y otra vez. El toreo no es la monotonía a las que las
Este es el plantel que tendremos hasta que nosotros queramos, porque los aficionados somos los que sustentamos el espectáculo y, por tanto, los que marcamos el camino.
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