SALVADOR ORTEGA TRIUNFÓ EN EL CORPUS DE 1979
Hace treinta y cinco años, en 1979 , la
festividad del Corpus Christi se celebraba en su día natural, el jueves. Y,
además, era festivo, por lo que se había convertido en una fecha habitual para
la celebración de festejos taurinos.
Hace treinta y cinco años, la festividad
del Corpus se celebró el quince de junio y, en la Monumental Plaza de toros de
Huelva, se llevó a cabo una novillada picada en la que tomaron parte tres
jóvenes locales, algo que hoy día sería impensable.
Para la ocasión se eligió un encierro
de la ganadería de Bernardino Giménez que estuvo muy bien presentado y tuvieron
casta pero adolecieron de falta de fuerzas por lo que algunos de ellos, tras su
paso por el caballo, rodaron en demasía por la arena.
Las cuadrillas hicieron el paseíllo
descubiertas y, antes de finalizar, guardaron un minuto de silencio en recuerdo
de Rafael Carbonell, de cuya muerte se cumplían veinticinco años.
Abrió plaza Miguel Conde al que se le
notó con demasiadas dudas, algo lógico por su falta de festejos. Sus mejores
momentos se sucedieron en el cuarto de la tarde, brindado a uno de los
empresarios del festejo, el maestro Miguel Báez Litri. Entonces, Miguel se
lució en unas series de redondos que fueron jaleadas desde el tendido pero el
novillero bajó el tono del trasteo y terminó algo desconfiado. Tampoco estuvo
acertado a la hora de utilizar los aceros y todo quedó en unas animosas palmas.
Tampoco logró triunfar Urbano Corbacho
a pesar de que siempre quiso agradar a la concurrencia, mostrándose muy
valiente y sin querer guardarse nada. A sus faenas le faltó el mando que los
novillos, con genio y con casta, le pedían. El de la Sierra quiso hacerlo todo
bien y no siempre tuvo la oportunidad de salirse con la suya. Para colmo,
tampoco estuvo muy afortunado con las espadas, especialmente en el quinto, y
para él fueron unas cariñosas palmas.
El triunfador de la tarde fue Salvador
Ortega que salió a hombros al término del festejo después de cortar una oreja a
cada uno de sus oponentes. El del Barrio Obrero demostró poseer una
personalidad taurina propia y, en algunos pasajes, la dejó notar, como por
ejemplo en unos molinetes, llenos de arte y de gracia, que logró en el tercero
o en el quite por navarras del sexto. Además demostró poseer valor, como
demostró a la hora de matar cuando buscó con ahínco ratificar el triunfo
alcanzado con la muleta.
En suma, un festejo interesante tanto
por las condiciones de los novillos como por las ganas, voluntad y deseos
expuestos por los tres actuantes. Lástima que el público, que acudió en un
escaso número, no acompañase en una tarde que prometía muchas cosas y que no
disgustó a quienes acudieron a contemplar las actuaciones de tres jóvenes
toreros onubenses
Por . VICENTE PARRA ROLDÁN
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