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domingo, 20 de septiembre de 2015

Paso a un nuevo Rey


Puerta de los Cónsules en la importante alternativa de Roca Rey.

Andrés Roca Rey, se hacía matador de toros tras toda una vida esperando este momento. Lo hacía acompañado de un figurón como Enrique Ponce y un torero importantísimo en Francia como Juan Bautista. A las cinco y media, Roca Rey trenzaba el paseíllo desmonterado en el Coliseo nimeño y diez minutos más tarde, Ponce le entregaba lo que sería toda una vida entregada a la tauromaquia.
Con una ovación recibió el Coliseo al toricantano, que se doctoró con Pocosol, de Victoriano del Río, número 9 y de 509 kilos de peso. Obediente y repetidor fue el animal en el percal, con el que dejó Roca Rey un garboso saludo por delantales. Con quietud quitó por tafalleras y gaoneras, cambiando de unas a otras con un afarolado, brillante con el capote Andrés. 
Variado en el inicio muletero anduvo el chaval, con un inicio por delante y por detrás, uno de pecho por dentro y una seguridad pasmosa delante de la cara. Tuvo fijeza y clase el de Victoriano, que humilló y embistió con voluntad a la muleta mandona que siempre le puso Andrés a dos palmos del suelo. Molestó el viento en muchas fases, pero no tanto como para no verle las virtudes al peruano, que exigió y templó con solidez la gran embestida. Tiró la espada para ejecutar las luquecinas y una estocada baja dejó el premio en oreja. 
El capote a la espalda se echó Roca Rey a las primeras de cambio para pegarle gaoneras de salida a su segundo toro, y luego se echo de rodillas para rematar con una larga cambiada y dejar aún una revolera y una brionesa y poner el Coliseo boca abajo. Se lastimó una mano el animal y su visible cojera provocó su devolución. De Victoriano del Río era el sobrero, que repitió muy en corto en las verónicas que convirtió con inteligencia en Chicuelinas Roca Rey, para rematar con media y serpentina, muy solvente ante la encendida revuelta del animal. Lo midió mucho en el caballo, a donde llegó el toro con más ímpetu que fuerza. Resultó desarmado al intentar las zapopinas porque se desplazaba el animal, pero sólo cuando iba embebido en el vuelo en la buena brega de Iván García. Fue de esfuerzo y de valor la faena del peruano con el áspero animal probando cada arrancada y revolviéndose muy en corto anunciando el hule fácil. Firme y asentado el torero con la reposición remontona, le plantó cara sin arrugarse lo más mínimo hasta resultar prendido y llevarse una voltereta con mucha saña. Lo reventó de una estocada y paseó una oreja de muchos bemoles.

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