
Sábado, 25 de marzo de 2017. Castellón. 4ª de feria. Soleado, fresco. Ventoso durante la lidia del primero. Lleno, 8.500 almas. Dos horas y veinte minutos de función. Cinco toros de Garcigrande (Concha Escolar) y uno -2º- de Domingo Hernández. El Juli, silencio y oreja tras un aviso. Sebastián Castella, que sustituyó a Roca Rey, saludos tras un aviso y una oreja que rechazó. Alejandro Talavante, saludos y dos orejas. Notables pares de José María Soler al cuarto y Juan José Trujillo al sexto.
Talavante se enrosca a capricho en faena de temple mayor.

Acoplado con ese tercer toro que al cabo de cuatro o cinco tandas se derrumbó como si se le hubiera reventado el corazón. Solo que antes, incluso roncando como suelen los toros enfermos, vino y quiso, buscó agua un par de veces, metió la cara y repitió.
Siempre estuvo Talavante con la muleta puesta. O en las suertes naturales o en cambios de mano malabares y, si no, en la arrucina marca y patente de la casa, que asusta. Un desarme tan inoportuno como el medio reventón del toro, que redivivo, se prestó a una trenza de muletazos sin espada.

Hubo un natural de no se sabe cuántos grados de giro, y el de pecho que lo abrochó, muy ampuloso
Un inesperado final por bernadinas de las genuinas y no de las otras, una estocada hasta la bola y el toro al desolladero sin las orejas.
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