Tras el 24-M, nada va a ser igual que antes.
Los cambios institucionales acabarán por incidir, para bien o para mal, en la Tauromaquia, siquiera sea porque son muchas las plazas de titularidad pública que están en juego y porque son miles las localidades en las que sus fiestas locales giran en torno al toro bravo.
Vivimos en este momento tiempo de incertidumbres, a la espera de que las nuevas corporaciones públicas se constituyan y podamos conocer sus propuestas.
Pero la experiencia enseña que en tiempos de cambio una sola cosa está vedada: asentarse en el pesimismo. Si se trabaja bien, todo puede arreglarse.
Ahí está el caso de San Sebastián como ejemplo.
Todas las grandes plazas que son de titularidad pública quedan ahora al albur de lo que suceda en las instituciones, como consecuencia de la nueva relación de fuerzas políticas nacida de la elecciones del 24 de mayo. Como la Fiesta misma, las situaciones van a ser muy diversas, entre las que ya hay una noticia positiva: la recuperación para los toros de Illumbe, en San Sebastián. Pero no habría que sorprenderse si a partir de ahí se suceden situaciones menos favorables.
Cambios sustantivos en el ámbito local y provincial pueden darse en Madrid, en Valencia, en Zaragoza, en Alicante, en La Coruña… No van a ser pocas. Tan sólo con que en su momento cambien desfavorablemente los pliegos de adjudicación, ya estarán haciendo una señora avería. Pero la situación puede trasladarse a un sinnúmero de poblaciones menores, que con mayor o menor categoría también son habituales de los circuitos taurinos.
Todo va a depender de cuales sean las parejas de hecho prosperen, si el binomio Podemos-PSOE, o el de PP-C´s, que es una cuestión que a día de hoy está aún muy abierta. Pero no hay por qué ser agoreros para entrever que la situación resultante puede acabar siendo más incómoda que la actual.
Y ocurre así porque queda por saber cuáles son los programas de trabajo que se pactaran y qué tipo de exigencias irrenunciables pone cada parte. De antemano no es posible definirlo, entre otras cosas porque una de las fuerzas llamadas emergentes dice una cosa en un sitio y su contraria en otros. Por ejemplo, la candidata de Podemos en Bilbao tenía el propósito directo de suprimir los espectáculos taurinos, el de Sevilla, en cambio, se conformaba con no dar un solo euro público para la Fiesta, cosa que ya ocurría con la Corporación que aún gestiona su Ayuntamiento. Y los socialistas no se acaba de saber a qué palo apuestan: en Andalucía son fervorosos defensores, en las instituciones de ámbito nacional sistemáticamente se ponen de perfil y en Cataluña se alinean con el no.
Como aquí no se trata de hacer ningún género de análisis sobre la nueva realidad del mapa político, sobre la que cada cuál tendrá su propia y legítima opinión, no procede ir más allá de estas simples notas. Lo que conviene destacar es lo que viene detrás.
Lo que nos llama la atención, o por qué no decirlo con todas las letras: lo que se trata de poner como ejemplo, es el caso de Illumbe, felizmente recuperada para los toros, tanto que ya se trabaja en la elaboración de los carteles de su Semana Grande. En la temporada de la recuperación constará de cuatro corridas de toros, que la Casa Chopera prepara con dos criterios muy saludables: grandes carteles y bajada de precio en las localidades.
Pues bien, los hermanos Martínez Labiano, los hijos de Manolo Chopera, han marcado una hoja de ruta que puede ser muy recomendable para todos en estas circunstancias de desconcierto hacia el futuro. En silencio, sin dar pábulo a ningún genero de alharacas, sin buscar que nadie les pusiera una medalla, han venido trabajando con las distintas fuerzas políticas y sociales en previsión de que la situación de las instituciones de San Sebastián cambiarán de signo, como ha ocurrido el 24 de mayo.
Incluso en un momento determinado, cuando en el ambiente estaban las especulaciones sobre el futuro, los Chopera no se pararon en zarandajas, sino que directamente llamaron a la prudencia, por no decir que al silencio, cuando declaraciones bienintencionadas pero prematuras comenzaban a cantar victoria. Cada cosa a su tiempo, venían a decir. Al final, muchos meses de trabajo acabaron por dar los resultados que se querían.
Como hoja de ruta no puede ser más recomendable. Sin enfrentamientos públicos, sin ruidos innecesarios, trabajando en primer término por los intereses taurinos. La receta no es precisamente mala, sino que podemos considerarla como el camino más idóneo para alcanzar la meta que al final todos deseamos. En el fondo, es bastante simple, pero hay que saberla desarrollar. Pasa, en primer término, por no tratar de entrar en el debate político e ideológico, que eso corresponde a los que pasan primero por las urnas. Sigue por plantear cosas razonables y en términos que las fuerzas políticas puedan asumir. Para concluir dejándoles hacer las cosas a su ritmo y a su modo, una vez que la meta común está clara.
Va ya para tres años que, a raíz del cierre de Illumbe para la Fiesta, se escribió en estas mismas páginas que constituiría un error trasponer a la situación del País Vasco, en concreto de San Sebastián, el debate taurino de Cataluña. Más claro aún: “nos equivocaríamos --se escribió entonces-- si el caso de San Sebastián se lleva al debate de la pretendida confrontación nacionalismo-españolismo”, como ocurría en Cataluña. Ahora nos volveríamos a equivocar, como entonces ocurrió con algunas voces, si reeditáramos aquella misma dinámica pero a la inversa.
Y es que en Guipúzcoa, como en general en todo el País Vasco, las fuerzas políticas con mayor implantación tienen claro una realidad incontrovertible: que todo lo que hace a la Tauromaquia no puede entenderse como una cuestión ideológica, ni como una contraposición de los sentimientos nacionalistas con los no nacionalistas. Está en otro plano bien diferente: en el de una tradición ancestral, que en el caso vasco tiene detrás un historia rica y muy antigua, desde el uro originario y Martintxo a nuestros días.
De hecho, hasta los gobernantes que cerraron Illumbe para la Fiesta, cuando alcanzaron el poder en la capital guipúzcoana, ya se encargaron de dejar claro que lo suyo se basaba en el discurso propiamente antitaurino, esto es: que se fundamentaba en criterios animalistas, no en aspectos políticos. Y tan es así, que en otras poblaciones vascas gobernadas por la misma fuerza política, como es el caso de Azpeitia, la Fiesta siguió sin problema alguno.
Buenos conocedores de esta realidad, el acierto de los hermanos Chopera ha radicado, precisamente, en eludir toda ideologización del caso de Illumbe y de la Fiesta. En otros lugares de España, razonando con una extrema simplificación, les habría rendido réditos no pequeños hacer lo contrario, presentándose poco menos que como víctimas. En su lugar, se callaron y empezaron a trabajar. Que tomaron el camino acertado se comprueba con una realidad ya próxima: cuando llegue agosto en el portón de cuadrillas de Illumbe estarán tres toreros dispuestos a iniciar el paseíllo, que es de lo que se trataba.
La fórmula no resulta difícil. Más: puede exportarse a otros ámbitos locales que puedan entrar en parecida confrontación taurina. La receta está al alcance de todos: trabajar con tiempo y con paciencia, con sentido común y respetando el papel que a cada cual le corresponde en la sociedad. Y todo ello, sin desmayo, porque de antemano se sabe que en el camino uno se encontrará con subidas y bajadas, pero al final siempre estará la meta. Ahí está el secreto del éxito.
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