En el toreo cruzado se encuentra el mando.
Sin embargo, son muchos los que opinan que el cruzarse es una ventaja para el torero, siendo un tema de usual confrontación. Infinidad de toreros actuales citan al hilo del pitón y abren muchas puertas grandes a pesar de ejecutar la llamada Tauromaquia 2.0, muy alejada de la pureza y de la verdad del toreo.
Por lo que a continuación, voy a analizar el cruzarse con el toro para que entiendan que más que ventaja, es cuestión de valor.

En lo citado en el párrafo anterior, referente a que "enfrente del testuz hay un punto muerto de visión para el toro", es donde se apoyan los que defienden que el cruzarse es una ventaja y que quedarse al hilo del pintón es el peligro, porque al estar el torero situado en un lateral de la cabeza del toro, está a merced de su vista y de sus malas intenciones en caso de que las tuviese.
Es momento de aclarar que aunque llamamos a la acción de cruzarse "cruzarse al pitón contrario", sería más acertado llamarlo "cruzarse al ojo contrario". Se cruza el torero y cita al ojo contrario del pitón por el que va a torear.
He aquí otro de los puntos denigrates llevado a cabo por matadores que practican el toreo moderno y que el aficionado o el público, no sabe diferenciar: el torero se queda al hilo, es decir, fuera de cacho, y mete, cita con el pico de la muleta al ojo contrario. De esta manera, los pitones quedan más lejos del cuerpo del torero y además, el matador sólo tiene que acompañar la embestida, sin mando ninguno.
Es más, si el cruzarse es una ventaja, no es casualidad que todos los toreros, o casi todos, que se acartelan con ganaderías con menos complicaciones, tipo Juan Pedro Domecq, Núñez del Cuvillo, Garcigrande, y otras muchas, son aquellos que no se cruzan. ¿Acaso estos toreros destacan por enfrentarse a grandes retos? Evidentemente NO.
Es más, si el cruzarse es una ventaja, no es casualidad que todos los toreros, o casi todos, que se acartelan con ganaderías con menos complicaciones, tipo Juan Pedro Domecq, Núñez del Cuvillo, Garcigrande, y otras muchas, son aquellos que no se cruzan. ¿Acaso estos toreros destacan por enfrentarse a grandes retos? Evidentemente NO.
Este tipo de toreros, al igual que buscan facilidad en el ganado, se alivian en su toreo. Es cuestión de vergüenza torera y dignidad.
En cambio, aquellos que se cruzan, es cierto que están en un sitio donde el toro no les ve, pero para ello hay que tener el valor suficiente, porque el propio instinto de conservación nos impide meternos entre los pitones.
Ese instinto hace sentir tal miedo, que aún a sabiendas de que es un sitio en el que el animal no ve al torero, es realmente difícil pisar ahí. Parecen sólo unos centímetros, pero para dar esos pasos adelante hace falta muchísimo valor.
En cuanto a lo de que no es ventaja, es fácil de entender: si te metes entre los pitones del toro, cuando éste llega al embroque el torero tiene que desviarle la embestida con la muleta para que no le atropelle, pues está en su camino.
Es en ese momento cuando con la muleta, el torero le impone el recorrido y en consecuencia, le manda haciendo que el toro cambie su trayectoria y gire en torno a su cuerpo. Brota el poder, y si le baja la mano y lo lleva largo, la profundidad. Rematando bien el pase, se queda colocado para ligar el siguiente.
Es decir, cruzarse bien en el primer muletazo, mandar en el toro, ligar... El complejo arte del toreo, pero el toreo de quilates.

Queda bien claro que el cruzarse no es ninguna ventaja. Es más, es necesario para cumplir con el toreo auténtico.
Para torear, hay que dominar al toro, y si en vez de eso, los aficionados o el público siguen aceptando simplemente el acompañar la embestida de un toro "artista y colaborador" y dar así 70 muletazos, no estamos viendo torear.
Que lo sepan. Torear es poderle al toro, pero a un toro bravo, encastado, con poder... e íntegro. Eso es torear.
1 comentario:
Muy interesante y reveladora contribución. Muchísimas gracias. Voy a ir a vivir a España. Quizás algún día tengamos oportunidad de platicar. Mi correo es javierbonillac@gmail.com.
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