Si nos guiamos por los números, la de 2014 ha resultado una feria de éxito y como tal se ha cantado. Válgame el cielo de echar vinagre al vino pero...
Al atravesar el hermoso Parque de los Pintasilgos (que debe su nombre a un pájaro autóctono de la familia del jilguero), el viajero se encuentra con la algarabía del gentío y, este año al menos, el plus añadido del sol y la temperatura más propia de la primavera avanzada. En los carteles, dos novilladas y dos corridas de toros, una de ellas con cuatro matadores.
La tarde del viernes, aún muchos los peregrinos en ruta, se pudieron apreciar los progresos de Garrido, el buen aire de Tulio Salguero y el verde que te quiero verde de Armillita, en una novillada de Daniel Ruiz de buena presencia y desigual juego
Los toros eran de Garcigrande, los cuatro primeros bondadosos, de cabezas sonrojantes y fuerzas más que justas injustas y la otra mitad más aparentes dentro de la tónica general de la bobalicona nobleza, que no impidió que el quinto prendiera a Ferrera al cobrar la estocada, como ya estuvo a punto de ocurrir en el tercio de banderillas. El extremeño, en un estado de evidente madurez, toreó con templanza, por momentos abandonado y el público estuvo con él. Perera tiró de técnica e inteligencia para sujetar a su huidizo primero y sumó muletazos en el otro. Lo de Manzanares resultó preocupante, más aún viniendo de la última tarde de la temporada anterior cuando, literalmente paró el tiempo en Nîmes. José Mari deambuló perdido, tanto como lo estuvo con la espada.
La matinal del domingo tuvo argumento, firmado por los novillos (excelentes) de El Freixo (El Juli, osea) y una terna en la que destacó ¡y de qué manera! El local Ginés Marín. que, como su compañero Terrón, debutaba con caballos. Marín sorprendió por fondo (pureza, naturalidad, hondura, valor, cabeza) y forma (elegancia, entrega, colocación) y alcanzó un triunfo legítimo que abre esperanza para él e ilusiones para los aficionados. Terrón, algo más tosco, puso empeño y buenas maneras, mientras Posada de Maravillas (la sensación un año antes) pareció más pendiente de lo accesorio que de lo fundamental, aunque su sello de alegre distinción pocos lo discutan.
Sí, la temporada del plante a Sevilla, de la solidaridad según y cómo y con quién, la de economía en precario y festejos a la baja, la de estrategias de comunicación que se anuncian como el no va más, ha dado sus primero pasos en Olivenza.
Y, que quieren que les diga, pese a orejas y rabos, para el recuerdo (subjetivo, faltaría más) y ¡ojalá! el futuro, la capacidad, el valor y la torería de un chaval de Olivenza, de apenas dieciséis años: Ginés Marín, se llama. Retengan ese nombre
Por .Paco March Burladero
No hay comentarios:
Publicar un comentario