Excelente faena a un toro de excepcional calidad de Alcurrucén
Salir a hombros por la puerta grande el día de la confirmación de alternativa es el premio gordo con el que sueña todo el que se viste de luces. Y se lo ha llevado el joven Ginés Marín no porque jugara a la lotería, sino porque se encontró con un toro —el sexto de la tarde— excepcional para la muleta, y se entretuvo en realizar una faena primorosa de principio a fin, preñada de ritmo, compás, armonía, largura, profundidad y elegancia. Un compendio, en fin, de torería. La plaza vibró, rugió y se conmocionó ante el derroche de belleza que brotó de la pronta embestida, profunda, desbordante de clase y transmisión de un toro incansable a la hora de perseguir la muleta con fijeza y humillación. Un toro para la triunfal consagración o la derrota definitiva de un torero.
Por fortuna, la ilusión y la fortaleza de Marín, torero de la nueva hornada, se encontraron con la inspiración artística, y entre todas dibujaron una obra de arte que ha devuelto la alegría a los entristecidos tendidos de Las Ventas.
La plaza disfrutaba como casi nunca, después de tanto hastío continuado, y aún quedaban destellos de toreo excelso, otro natural inmenso, un molinete, un largo pase de pecho… Y el toro que se siente agotado, exprimido, y se quiere marchar de la pelea.Una estocada casi en el hoyo de las agujas, pero de efectos fulminantes, hizo que los tendidos se poblaran de pañuelos y Marín paseara merecidamente dos orejas que lo aúpan al podio de los grandes triunfadores.
Pero pasaron más cosas. El propio Marín realizó una faena de menos a más, plena de disposición y entrega, a un toro aplomado, noble y blando que se lidió en tercer lugar.
Lo enseñó a embestir, la muleta siempre en la cara, y dibujó redondos enjundiosos y un manojo de naturales largos y hondos. No tenía más fondo el animal, que, incluso, llegó a derrumbarse en la arena, pero el torero exprimió las pocas gotas de casta restante con un arrimón final y un par de adornos muy bien vendidos al respetable, que estalló en una ovación clamorosa. Si mata a la primera, que no fue así, hace acto de presencia la polémica, porque El Juli hubiera salido a hombros tras una doble actuación poderosa, aunque no redonda ni completa.
Si alguna objeción se le puede poner a Álvaro Lorenzo es su pesadez. La cantidad nunca es sinónimo de calidad ni el cansancio de alegría. Se le vio suelto, firme, con gracia, con sentido estético y empaque. Se le vio que atesora maneras que pueden dar que hablar. Decepcionante y de corta embestida fue su primero, al que no encontraba el momento para la suerte final; y dejó la impronta de su buen gusto ante el sexto, al que muleteó con prestancia y temple sin que el asunto llegara a más.
| Plaza de toros de Las Ventas. Decimoquinta de la Feria de San Isidro. Lleno. Toros de Alcurrucén, muy bien presentados, de dispares hechuras, de notable juego pese a la falta de finales de algunos ejemplares. Enrazado el segundo, de gran clase el tercero, con profundidad el quinto y extraordinario el sexto, que fue el más completo. | ||
Julián López El Juli, oreja y ovación tras aviso
Álvaro Lorenzo, que confirmaba alternativa, ovación y ovación tras aviso
Ginés Marín, que confirmaba alternativa, ovación tras aviso y dos orejas
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