Dos de ellos, Mario Diéguez y José Garrido, poco pudieron dejar, fuera de su empeño y de su propósito de hacer las cosas bien, intentando tomar a sus enemigo por derecho.
El tercero, el bullidor Román, hasta consiguió a base de quietud y achuchones que el Palco le concediera una oreja, ante el asombro de los aficionados, que hoy resultó de toda evidencia que cada vez están en una más acusada minoría.
MADRID. Cuarta de feria. Tres cuartos de entrada. Novillos de Fuente Ymbro, desiguales de presentación y hechuras, mansotes, de mal juego y complicados. Mario Diéguez (de blanco y azabache), ovación y silencio. Román (de fucsia y oro), vuelta al ruedo y una oreja protestada. José Garrido (de grana y oro), silencio tras aviso y silencio.
Pero al desorden y al barrullo, que tanto imposibilitan ver el toreo desde la paz de la verdad, también contribuyeron unas cuadrillas que no se aplicaron con la necesaria eficacia. Y así, más de un banderillero y más de dos se vieron en serios apuros durante el segundo tercio porque el compañero que debía cortar la salida del novillo estaba donde no debía.
Punto y a parte para el palco, hoy presidido por don Trinidad López Pastor. Con toda razón los aficionados --que este año son todavía más minoría-- protestaron la concesión de la oreja a Román en el 5º: ni por el simple criterio de la mayoría se sostiene su decisión. Las Ventas no puede ser semejante bonoloto, que al que le toca, le toca.
A partir de ahí, sustos, carreras, desaires… Y solo en contadas y aisladas ocasiones, el toreo, que se hacía imposible con la mansedumbre y el feo estilo de los “fuenteymbros”. Bien que lo sufrió Mario Diéguez, un novillero al que en otras ocasiones se le ha visto con buen corte; hoy no pudo más allá de matar sus novillos. Un lance suelto, un natural en medio de un rajarse del novillo… Una desesperación cuando se quieren hacer las cosas bien.
Pero otro tanto le ocurrió a José Garrido, aunque éste con su mayor oficio, siempre mandó sobre la situación. No pudo lucir su sentido del toreo, pero al menos siempre se mantuvo por encima de los regalos que le dejó el ganadero de turno. Tan evidente era que después de lo de esta tarde no ha perdido cotización, pero sí se le ha privado de una oportunidad de volver a enseñar lo que lleva dentro.
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