Era el premio a un esfuerzo titánico, como el que los muy toreros despliegan frente a la contradicción.
Aún queda un buen trecho por recorrer, pero ha renacido la esperanza: en 2015 podremos volver a verle en los ruedos.
Por delante queda lo que más trabajo suele costar: tener la paciencia necesaria para llegar a la recuperación total, sin atropellar la razón, antes de aparecer por una puerta de cuadrillas.
Hay que ser muy torero y muy hombre para subir la empinada cuesta que David Mora viene subiendo desde aquella aciaga tarde de mayo en Madrid. Pero ya comienza a ver la luz al final de un túnel tan zaino. Y no es que, como se dice tantas veces, los toreros sean de otra pasta que el resto de los hombres. No es eso; es que tienen una fuerza de voluntad, una entrega a su vocación, que supera los linderos de toda lógica.
Con la temporada de 2014 casi en blanco, con tan sólo seis festejos, en cambio ha sido el escenario de una verdadera lucha de titanes por alcanzar la recuperación de una cornada tan tremenda. Pero ahí está, cuando comenzaba a romper el nuevo año llegaban las buenas noticias de todo ese empeño: la pierna le comienza a responder y la recuperación va por buen camino. Habrá aún que seguir peleando, pero ya instalado en la esperanza.
Todos esperan su vuelta, que con toda lógica no podrá ser por vía de urgencias, sino que llevará su tiempo. Pero ya será un tiempo nuevo, en el que con toda justicia deberá recoger el respeto y el cariño de los aficionados, desean poder verle otra vez en una puerta de cuadrillas.
Pero no sólo será el regreso del héroe, que lo suyo viene teniendo mucho de eso. Será, sobre todo, será el regreso de un torero ya en su madurez, que sigue teniendo ese mítico misterio por decir.
David Mora, que conoce lo que es el triunfo en Madrid o en Sevilla, se marcó una línea dura en su pelea contra viento y marea, cuándo los triunfos no parecían traer de la mano el reconocimiento de los contratos importantes.
Pese a todo, siempre buscó justificarse. Eso permite comprender por qué se fue a la puerta de toriles aquella tarde de Madrid. No fue una sinrazón, ni un último remedio; fue lo que hace un torero cuando quiere proclamar cuál es el sitio que merece en el toreo y el respeto que se tiene a una afición. Y todo eso al final acaba teniendo un reconocimiento.
Pero para que todo eso llegue por delante queda lo que quizás para quien se siente torero resulte más difícil: superar la impaciencia por volver, ir pausadamente, paso a paso, hasta la recuperación definitiva, que llegará.
Hasta entonces queda la ilusión por lo que parecía imposible, pero que en 2015 será realidad.
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