Cayetano Rivera Ordóñez -simplemente Cayetano en los carteles- (Madrid, 1977) ha decidido enfundarse de nuevo el traje de luces y volver a los ruedos que abandonó el 7 de septiembre de 2012 para dedicarse a "otros proyectos" que entonces le ilusionaban. Cayetano ha comenzado su preparación en el campo, tiene asegurada su participación en la corrida goyesca de Ronda de 2015 y estudia ofertas para la temporada que comenzará en breve.
Esto es, al menos, lo que aseguran fuentes muy cercanas al torero, que, como es habitual en él, guarda silencio sobre su inmediato futuro. El anuncio del regreso se produce poco después de que su hermano Francisco comunicara que retoma también su carrera.
Parece claro, no obstante, que, una vez más, une su destino al de su hermano Francisco, quien a finales del pasado año anunció su vuelta a los ruedos para celebrar sus veinte años de alternativa. Ambos se marcharon a casa al mismo tiempo: Cayetano, el 7 de octubre de 2012, y Paquirri, seis días más tarde.
El primero, para descansar de las muchas volteretas recibidas delante de los toros y dedicar su tiempo a la moda, los estudios empresariales y los viajes, y el segundo, para atender sus empresas, iniciar nuevas aventuras económicas y contraer matrimonio. Ambos parecen estar de acuerdo en que los ruedos pueden ofrecerles el colchón económico que voluntariamente abandonaron, y han decidido visitar al sastre para tomarse nuevas medidas, pues dos años de tranquilidad dejan su huella en los cuerpos, por muy serranos que sean.
Cayetano vuelve tras una prometedora carrera de seis años como matador de toros, que no llegó a romper a pesar de los muchos cuidados que recibió por parte de las empresas. Apoderado por Curro Vázquez, se anunció en los mejores carteles y lidió siempre las ganaderías más apetecidas por las figuras. Cortó una oreja la tarde de su confirmación en Madrid y gustó en la Maestranza como novillero y matador, pero no consiguió alcanzar un éxito rotundo que lo convirtiera en serio aspirante a figura del toreo.
Fue muy castigado por los toros, lo que, quizá, mermara su ánimo, pero contó en todo momento con el apoyo popular allá por donde iba, pues a su condición torera unía su pertenencia a una de las familias más deseadas por la prensa del corazón.
Había nacido en Madrid el 13 de enero de 1977, quiso ser alguien en la industria del cine, se casó, se separó, y a los 28 años habló y dijo que quería ser torero.
Cuando debutó con caballos en Ronda el 26 de marzo de 2005, su hermano Francisco llevaba ya diez años como matador de alternativa y gozaba de las mieles que valerosamente se había ganado delante de los toros.
En la misma plaza histórica de Pedro Romero, donde su abuelo, Antonio Ordóñez, había sido santo y seña del toreo, tomó la alternativa Cayetano en la corrida goyesca de 2006, de manos de su hermano. Y comenzó en loor de multitudes una trayectoria entre algodones, pero no exenta del riesgo que suponen los toros por muy bonancible que sea su procedencia.
El nuevo torero sufrió en sus carnes muchas volteretas, golpes y heridas -la dureza de la profesión-, al tiempo que se abría paso con aires de triunfador como modelo de alta costura y referente publicitario. En el recuerdo queda aquel traje de Armani con el que se presentó en la goyesca de 2009, que lució más que su propio toreo: de color gris y beige, con sutiles bordados y dibujos realizados con lentejuelas y pequeños cristales de Swarovski engarzados con un fino hilo de plata que creaba vistosos arabescos sobre la tela.
Pero un día se cansó y abandonó la cercanía de los toros. Continuó su carrera como modelo, se paseó por las paradas de autobuses como imagen de una colonia, hizo un curso sobre liderazgo empresarial, se matriculó en un programa de dirección general en el IESE Businnes School y se embarcó en una vuelta al mundo solidaria.
Ahora, al cabo de dos años, cumplidos ya los 38, -cuando su hermano vuelve, aunque sabe que está de vuelta-, Cayetano lo intenta de nuevo. Tampoco a él se le espera en la fiesta de los toros, esa es la verdad, pero le queda algo más que decir que a Francisco. Al menos, esa es la impresión que dejó el día que se fue.
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