

Se juntaron un torero, un toro y la justicia del toreo, esta vez sí. Un toro puso a David Mora en el sitio que otro toro estuvo a un tris de quitarle para siempre. Dos orejas rotundas para cerrar dos años de horror, miedo y lucha.
Madrid le debía una ovación y se la dio, el toreo le debía un toro y le puso a Malagueño en el camino. El resto fue cosa de David Mora. Se fueron acumulando las emociones, al romper el paseíllo, en el brindis a D. Máximo García Padrós, en el volteretón que trajo de nuevo el miedo, en las trincherillas, en los derechazos largos, los naturales verticales, en las embestidas de Malagueño y en la estocada.

Dos orejas, vuelta al ruedo a un toro bravo, lagrimas de un torero que volvió a serlo tras salvar al hombre, la emoción de una plaza, alegría y triunfo. Que busquen, que inventen, lo que quieran. No hay nada igual.Juan J. Sánchez Sánchez-Ocaña
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