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viernes, 20 de mayo de 2016

TOROS de DECEPCIÓN

Sin opciones  ante una corrida entipada pero decepcionante de Alcurrucén.
Estaban todos, no faltaba nadie, los que ahora llaman, cursimente, "celebs". Por supuesto la clase política, la financiera y la del espectáculo. El ambiente de clavel y merienda estaba servido. Creyeron que las figuras, bueno la figura, porque allí solo El Juli tenía ese rango, era garantía de éxito. No contaban con la infumable corrida de Alcurrucén. Y de infumable, descastada y morucha hay que calificar el saldo de un hierro de lujo que ha echado por tierra la tarde.
En el quinto toro ya se había agotado el gin tonic porque la gente se la había liquidado. Seguramente para pasar aquel soporífero espectáculo. Pero es que también se había agotado el repertorio de trallazos, trapazos, telonazos, con lo que El Juli, Castella y el muchacho que confirmó la alternativa, llamado José Garrido, nos abrumaron. Bueno, con la salvedad de unos derechazos de rodillas, precisamente de Garrido con los que inició la faena de muleta del primer toro.
El Juli, con dos castañas de toros, hizo de pegapases de plaza portátil, en vez de aparentar, al menos, el empaque de torero importante. Castella quiso y no pudo en dos faenas que fueron un monumento a la vulgaridad y hasta se encaró con un sector del público. Hombre Castella, si es que usted andaba por la periferia delante del toro. Y Garrido templó de rodillas y trapaceó de pie al primero y se aburrió ante el morucho que cerró plaza.
Plaza de Madrid. Decimoquinta corrida. Lleno.
Toros de ALCURRUCÉN (2), serios de presencia pero de juego ramplón, morucho.
EL JULI (3), de verde botella y oro. Pinchazo hondo y once descabellos. Un aviso (pitos). Estocada (silencio)
SEBASTIÁN CASTELLA (4), de azul noche y oro. Pinchazo y estocada caída (palmas). Pinchazo y estocada caída (silencio).
JOSÉ GARRIDO (5), de aguamarina y plata. Estocada caída. Un aviso (saludos con protestas). Dos pinchazos, estocada caída. Un aviso (silencio)

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