La categórica frase se pronunció en una fiesta celebrada en un hotel de Madrid, cuando al torero Rafael el Gallo le presentaron a José Ortega y Gasset.
El genio sevillano preguntó quién era «aquel gachó con pinta de estudiao», a lo que le respondieron: «Es filósofo». «¿Filo qué, ezo qué e?», dijo el matador.
Alguien le explicó en qué consistía tal profesión, que era un señor que analizaba el pensamiento de la gente, que escribía doctrinas orientadas a conocer mejor el obrar de las personas. El Gallo, estupefacto, guardó silencio unos segundos. Hasta espetar con gracia:«Hay gente pa tó».
Precisamente el gran filósofo ensalzó la Fiesta, con sentencias así: «Lahistoria del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda». O esta otra: «Ahora no se torea. Hoy se hace estilo, y así como el artista oculta la falta de densidad humana con el artificio, los toreros de hoy ocultan en el estilo la ausencia de arte».
Ortega y Gasset, en su Tratado Taurino, fue más allá: «Es un hecho de evidencia arrolladora que, durante generaciones, fue, tal vez, esa Fiesta la cosa que ha hecho más felices a mayor número de españoles... Sin tenerlo con toda claridad, no se puede hacer la historia de España desde 1650 a nuestros días». Y proclamaba: «He hecho lo que era mi deber de intelectual español y que los demás no han cumplido: he pensado en serio sobre ella».
Aquella famosa anécdota se le ha atribuido también a otros dos toreros, El Guerra y Lagartijo, aunque la mayoría se la asigna a El Gallo. «Tie que habé gente pa tó». Incluso «pa ná».
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