Durante los últimos años, la sociedad española ha cursado formación acelerada en materia de economía, en los albores de la crisis, empezamos a escuchar de las Sicav y los fondos buitres.

Esto ha quedado en anécdota cuando hemos visto el uso que de estas "ventajas” han realizado aquellos políticos e incluso miembros de la realeza, teóricos servidores de la ciudadanía, que han amasado fortunas esquilmando al país mientras nosotros asumíamos más y más sacrificios. Contabilidad en B de partidos, comisiones por influencias, prebendas, tarjetas opacas, cursos de formación irreales, herencias ficticias, asesoramientos a otros países sin declarar. Todo un cumulo de las más variadas abyecciones que empiezan a desfilar por nuestras cárceles.
En cuanto a lo que nos duele, el bolsillo, vemos que unos pocos se han servido del país sin contribuir a su sostenimiento, sin pagar los impuestos que deberían por ello, con indultos incluidos, mientras otros con menos pericia, oportunidades o porque simplemente apostamos por el bien común, veíamos como nuestro poder adquisitivo disminuía, se nos incrementaba la carga impositiva y el estado no podía mantener los derechos que ya gozábamos. Resumiendo, la falta de solidaridad de unos hacía que viviéramos peor.
Pues eso exactamente es lo que sucede en el toreo que vive su propia burbuja. Una economía sumergida en un alto porcentaje, y en la que está acreditado, que en el circuito de plazas de segunda, tercera y cuarta, es habitual que los pagos se realicen sin ser declarados a la Agencia Tributaria. No se declaran los rendimientos y no se tributa por ellos, no se contribuye como debiera por el toreo a la sociedad.
El sistema taurino parece ideado por los mismos que han destrozado la economía de nuestro país. Un entramado de personajes que sacan tajada de esta contabilidad B, donde lo rentable es darle mordidas a los toreros -pobres novilleros-, darles "pellizcos” a los sueldos de picadores, banderilleros y mozos. Un sistema que lo que hace es repartir miseria, destrozar el tejido laboral y empresarial del sector taurino y abocarlo a su desaparición. Porque si los toreros no pueden vivir dignamente y ejercer una profesión tan arriesgada sin obtener una compensación económica, olvidémonos de un espectáculo puro y autentico.
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