Y más aun hacerlo de forma equilibrada, porque eran muchos los palillos que había que manejar, desde un profundo respeto por la persona y por su trayectoria en los ruedos hasta la insalvable faceta de riesgos que se concentran en un ruedo y los propios sueños de un hombre que siente en lo profundo el toreo.
Pero la realidades suelen ser tozudas, sin admitir que se traspasen los linderos de la lógica. Habrá quien le ponga peros y objeciones.
Pero había que hacer frente a la realidad.
Zabala de la Serna lo ha hecho de forma primorosa.
El afán de superación de El Soro quedó demostrado en su reaparición de 2014 en Játiva 40 operaciones después.
Cuando Vicente Ruiz alzó los brazos como un campeón que derrota al destino, doblaba el último toro y debía doblar también la locura de aquella aventura con sabor a victoria. El Soro pudo con sus toros, su pierna, el alza en la que reposa y los fantasmas atornillados a su maltrecha rodilla; El Soro es pura raza. Reto personal superado en Játiva.
Ahora a El Soro lo van a anunciar en la Feria de Fallas. Si ya lo de Játiva carecía de toda gracia, esto ya es una osadía temeraria. No sé quién, o quiénes, presiona a Simón Casas, ni quién instiga a El Soro a forzar semejante barbaridad.
Al bueno de Vicent, que anda loco por torear en su Valencia, le sobran casta y cantamañas, tipos sin escrúpulos que le empujan hacia el precipicio del 16 de marzo.
¿El 16 de marzo? ¿Pero cómo? ¿Si es la fecha del 25 aniversario de Enrique Ponce?
A Ponce también le han hecho la envolvente y le han enredado con la idea y la coartada de que ahí estará José María Manzanares para hacer también la cobertura.
Enrique, que de buena gente se pasa, no quiere hacerle un feo a su paisano, ni ser él quién diga no, ni siquiera por el egoismo de perder el protagonismo de su efemérides.
Pero alguien debería hacer una plantación de sentido común, y vergüenza torera, en los arrozales de la Albufera.
No se lleven las manos a la cabeza después.
La corrida será de Juan Pedro Domecq.
Por mucho que los escojan no serán los toretes de Játiva.
Más allá de la integridad física de El Soro, cuestión primordial para cualquiera con dos dedos de frente, la imagen de la Tauromaquia puede quedar a la altura de cuando Morilla y su alza de una cuarta -perdón por la comparación con aquel esperpento- agarró la muleta en el 94 en la televisada de Sanlúcar de Jesulín de Ubrique y pegó sus pases.
Si El Soro, el último superviviente de Pozoblanco, con sus 52 años, 40 operaciones, la rodilla reconstruida hasta la ingle, la zapatilla ortopédica, es capaz de ponerse delante y matar una corrida de Fallas con las cámaras del Plus presentes, la Fiesta está más cerca del abismo de lo que pensamos.
Eso en el mejor de los casos; en los otros supuestos habrá que exigir responsabilidades.
Yo lo hago desde ya mismo. Antes de que pase nada. Dios no lo quiera.
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