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martes, 17 de febrero de 2015

«Teoría de las corridas de toros»

Hay muchos tipos de públicos en una plaza de toros, desde el mero espectador que va a la plaza atraído por el colorido, la belleza del arte y la estampa del bravo, a aquel que es aficionado de verdad a los toros.
En su «Gran Diccionario Taurómaco», Sánchez Neira habla de tres clases de aficionados: el que va a contadas corridas, pero no entiende lo que ve; el que sabe lo que ve pero se deja arrastrar por la pasión, y los inteligentes que conocen las cualidades de los lidiadores y las condiciones de las reses. En esto último estriba la clave de la cuestión. Para saber ver una corrida hay que estudiar al toro, no perder detalle de su comportamiento y reacciones.
Gregorio Corrochano dejó escritas líneas maestras al respecto en sus crónicas de ABC y en su «Teoría de las corridas de toros»,cuestiones que hay que tener muy en cuenta en tiempos en los que se echa en falta cierta pedagogía en los tendidos, cosa que, por otra parte, en todas las épocas se ha dicho...

Leyes de la gravitación del toreo

Corrochano ponía así los puntos sobre las íes: "Para ver una corrida de toros es condición indispensable no perder de vista al toro. Es muy importante lo que hace el toro. Donde está el toro, está la corrida.El que sólo mira al torero ve la mitad. Hay que mirar al toro y al torero, pero primero al toro. Todo gira en el ruedo alrededor del toro." Por él dictó la experiencia de los grandes maestros las reglas de la Tauromaquia, que son las leyes de la gravitación del toreo. El toro no solamente es el protagonista, es el objeto del espectáculo. El espectador que distrae su vista del toro en aquel instante deja de ver la corrida. Al mirar al toro, no solamente vemos lo que hace el toro, sino lo que hacen con él los toreros. Y relacionando lo que hace el toro y la intervención del torero, que esto es la corrida, juzgamos. Acabamos de definir la lidia. La posibilidad del toreo la da el toro. Y de esto depende el conocimiento del espectador».
Los elementos de la Fiesta giran en torno al toro, el torero y el público. Pero la esencia es eltótem bravo, nada fácil de ver. «Es más fácil que aprenda el toro que el espectador», se oye con frecuencia. Incidía el crítico de ABC en los resabios del animal: «El toro unas veces trae resabios adquiridos en el campo por causas varias; otras veces los adquiere durante la lidia. Si sale con resabios visibles, toda la lidia debe orientarse a corregirlos; se podrá o no, pero debe intentarse. Si no manifiesta resabios en los primeros momentos, toda la lidia debe orientarse a evitar los resabios de una lidia equivocada; a que no “aprenda”, como dice el público, y dice bien, porque los toros “aprenden”».
Respecto al otro gran protagonista de la Tauromaquia, el torero, creador de obras de arte y faenas heroicas, Corrochano hacía esta clasificación, en la que unos estarán de acuerdo y otros no: «Pisan los ruedos de las plazas de toros tres clases de torerostoreros que no son toreros, aunque se vistan de seda; toreros que son toreros, pero no tienen casta de toreros, y toreros que tienen casta de toreros; de los primeros hay muchos, de los segundos hay menos, de los terceros tan pocos, que se pasan años sin verse».
La moraleja es clara: el requisito imprescindible para aprender a ver una corridas de toros es saber de toros. Del toro. Así de simple y de complicado.

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