El Cartel que anunciará la Temporada taurina de la Maestranza 2015, obra del artista sevillano Juan Fernández Lacomba, ha suscitado una gran polémica.
Voy a dar mi humilde visión sobre ello, desde mi formación en Historia del Arte.
Considero que la idea puede ser buena por el hecho de aunar elementos de la lidia en un mismo cartel, hasta aquí.
Mi opinión sobre el carácter estético es que se aleja del dibujo, tiene imperfecciones en el colorido, así como una muy mala técnica.
Para mí, aún faltando el toro (como ocurre en el albero muchas tardes en Sevilla), al cuadro le hace falta el verdadero dibujo, no expresa nada, no tiene sentimiento, es inexpresiva, no se si intencionadamente por el artista, o por su incapacidad (cosa que no creo ni un segundo).
No entiendo como el artista no se ha auxiliado en todos los recursos estéticos que la Tauromaquia ofrece. No hay ritmo, los detalles son grotescos, la armonía general brilla por su ausencia ni siquiera podríamos escandalizarnos por un grosero realismo, porque no existe.
Es de un aspecto infantil que escandaliza, la imagen que se da del arte de torear queda en malísimo lugar porque podría haber dado belleza, majestuosidad, vigor, ennoblecimiento del arte de la Tauromaquia, energía, o un valor que invite a entrar a la plaza, y no a la sorna.
Me parece, por convicción, que la pintura y la estética tienen mucho donde beber en la Tauromaquia, y un artista que ha sido elegido para ilustrar la temporada taurina en una plaza como la Maestranza de Sevilla, ha de ser capaz de mostrar la grandeza del Toreo y no degradarle por lo calculado, y lo peor, mal ejecutado.
No veo en ella ni la contraposición, a veces necesaria, entre "belleza" y "utilidad":
Algo bello para nosotros, como puede ser una suerte de varas o una estocada, a veces no puede servir de atracción a otros públicos sin sensibilidad taurina.
Podría entender que se hubiera optado por un arte moderno y que no fuera comprendido por nosotros, masa inculta, pero sigo sin intuir ni un atisbo de aquel surrealismo que anteponía lo argumental al deleite manual, o esa abstracción sin reglas pero con armonía y juego acertado de la línea y el color.
En fin, que a uno le duele la cursilería académica e infantil con la que se va a publicitar un arte tan sublime como es la Tauromaquia.
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