Acreditada hoy como la primera industria cultural de España, su valor como patrimonio cultural e histórico de nuestra nación no sólo ha sido reconocido en el cuerpo legislativo vigente, sino que responde a unas razones profundamente enraizadas en la sociedad. También en la del siglo XXI.
A exponer y razonar todas estas cuestiones dedica su artículo una firma muy prestigiosa: Juan Manuel Albendea, hasta hace unos meses Presidente de la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados y siempre un intelectual acreditado, como se comprueba en su amplia aportación como estudioso, conferenciante y escritor.
Es muy frecuente que los antitaurinos manifiesten su oposición a las corridas de toros con una manida frase: “no es cultura sino tortura”.
En lugar de nuestros argumentos en contra de esa trillada frase, vamos a traer a colación testimonios de personalidades de las artes y de las letras sobre la naturaleza de las corridas de toros: “Los toros son la fiesta más culta que hay hoy en el mundo” (Federico García Lorca). “Si nuestro teatro tuviese el temblor de las fiestas de toros sería magnífico. Si hubiese sabido transportar esa violencia estética, sería un teatro heroico como La Iliada…Una corrida de toros es algo muy hermoso”. (Ramón-María del Valle Inclán). “La historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera resultará imposible comprender la segunda”. (José Ortega y Gasset) “El torero sigue siendo mítico y cuando expresa la valentía el pueblo se enardece y los viejos entusiasmos reaparecen”. (Enrique Tierno Galván) “Si yo fuese dictador en España, prohibiría las corridas de toros; como no lo soy, no me pierdo ni una”. (Ramón Pérez de Ayala). “Es moral lo que hace que uno se sienta bien; inmoral lo que hace que uno se sienta mal. Juzgadas, según estos criterios morales, que no trato de defender, las corridas de toros son muy morales para mí” (Ernest Hemingway). “El toreo es un acto de fe; en el arte, en el juego, en Dios”. (José Bergamín). Rafael Alberti, diputado comunista dedicó también a los toros hermosos poemas como “La música callada del toreo”, “Verte y no verte” y “Chuflillas del Niño de la Palma”.
¿Cómo se puede hablar de barbarie de una fiesta que ha interesado tantísimo a pintores de la importancia de Goya, de Picasso, de Miró, de Salvador Dalí, de Francis Bacon, de Vázquez Díaz, de Zuluaga, de Solana, de Gustavo Doré, de Manet y actualmente de Botero, de Arroyo, de Barceló, etc.?
Además, el argumento fundamental para ello es el sufrimiento del toro bravo. Podemos traer a colación algunas de las conclusiones que el Director del Departamento de Fisiología Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense, don Juan Carlos Illera del Portal, ha llevado a cabo tras un estudio que ha durado cinco años para analizar la respuesta hormonal de ciento ochenta toros y ciento ochenta novillos lidiados en la plaza de las Ventas de Madrid.
Otro argumento falaz de los antitaurinos es que los festejos taurinos gozan de importantes subvenciones de las administraciones públicas y gracias a ello se mantienen. El profesor de Teoría Económica de la Universidad de Extremadura Juan Medina, ha dedicado un gran esfuerzo en desmentir con cifras ese infundio. Los presupuestos generales del Estado solo dedican a los toros 30 mil euros para sufragar el Premio Nacional de Tauromaquia, una distinción bastante reciente. Otras artes, dependientes del mismo Ministerio, reciben en 2016 cifras totalmente alejadas de la de los toros: el cine 74,53 y el teatro 53,56 millones de euros.
Además, los toros por el concepto de IVA generan unos ingresos al Estado de 43 millones, el triple de los que ingresa por el cine. Las ayudas de los Ayuntamientos representan el 1,4% de sus presupuestos culturales, que algunos se resarcen con el arrendamiento de la plaza de toros. Las Diputaciones salvo 11 de las 41, no aportan nada a los toros. La aportación de esas once es del 2,8% de lo que presupuestan para actividades culturales. Podríamos seguir ofreciendo cifras sobre creación de empleo, cotizaciones a la Seguridad Social, impacto económico directo e inducido, etc.
Entramos en el aspecto legislativo. El espectáculo taurino siempre se ha movido entre la prohibición y la tolerancia. La primera vez que se aprueba una disposición con rango de ley es la Ley 10/1991 de 4 de abril sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos. No es una ley de protección de la Tauromaquia; es una ley reguladora desde el punto de vista administrativo de las potestades reglamentarias de la Administración, y sobre todo es una ley que da apoyo legal a las sanciones, que antes de ella, muchas veces fueron recurridas al Tribunal Constitucional por no tener sustento legislativo. La primera norma con rango de ley para la protección de la Tauromaquia es la Ley 18/2013 de 12 de noviembre.
El origen de esa Ley es la Iniciativa Legislativa Popular promovida por la Federación de Entidades de Cataluña. Es una ley de la que los aficionados y los diferentes sectores de la Fiesta nos sentimos orgullosos. Es cierto que entre el texto avalado por más de medio millón de firmas y el que se publicó en el BOE hay notables diferencias pero la iniciativa fue de ellos y la modificación del legislador.
Y, ¿qué dice dicho artículo?. Pues que los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad. La ley penal sancionará los atentados contra ese patrimonio. Y, ¿qué hace el Ministerio Fiscal respecto a los varios ayuntamientos (A Coruña, Palma de Mallorca, etc), que han decidido que en sus fiestas no haya corridas de toros?. Y ¿cuál es la causa para que el Tribunal Constitucional lleve seis años sin dictar sentencia sobre el recurso de los senadores del Grupo Popular contra la prohibición catalana?
Para terminar me apetece traer a colación algo premonitorio. El 16 de diciembre de 2009 Francois Zumbiehl escribió en la tercera de ABC :”Teniendo en cuenta todas estas razones, ¿no merece la pena emprender esta tarea de reconocimiento de la Fiesta como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad?. Que el proceso sea largo bien lo sé. Pero puede haber un resultado inmediato y estimulante que nosotros, los aficionados de los ocho países reconozcamos y afirmemos la legitimidad de nuestra afición, seamos conscientes de los valores éticos y estéticos inherentes a la Fiesta y compartamos por el hecho un sentimiento de hermandad”. Hermosas palabras las de Zumbiehl, que ya, en algo, se han hecho realidad.


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