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jueves, 28 de abril de 2016

CITANDO DE FRENTE

“Julio Pérez, El Vito”.
El texto íntegro del trabajo premiado :
Resultado de imagen de “Julio Pérez, El Vito”.El sombrero calado como una montera. La chaqueta y el chalequillo, a juego con la corbata y la camisa. Pantalón con la raya perfecta y zapatos impolutos, de un brillo extraordinario. Parece que va a hacer el paseíllo. Es Julio Pérez «El Vito», decano de los matadores de toros que este 24 de enero cumple la friolera de 90 años y si le dejasen sus hijos y sus nietos, sería capaz todavía de plantarse delante de una becerra.
Este camero que huele a torero por los cuatro costados es capaz de plasmar en una conversación todas las vivencias posibles sin ojana alguna y con «documentación». No en vano, el salón de su chalé en pleno aljarafe sevillano es toda una declaración de intenciones. Fotografías toreando, en el callejón; premios por todos los rincones; la cabeza de un toro de Miura al que le cortó las dos orejas y el rabo en Cartagena... Vito dice de forma clara y contundente que «siempre me he sentido torero. Es una profesión muy varonil y muy de verdad».

«Nací ya siendo torero —precisa—. Mi padre fue matador de toros y luego actuó a las órdenes de Juan Belmonte; a él le compusieron el famoso pasodoble «El Vito». Mi abuelo, Julio Herrera, afamado ganadero... era lo que se vivía. Tenía que ser torero porque así lo sentía. Pero esas siete cornadas...».
Porque Vito —¡qué porte torero con 90 años, Dios mío!— fue novillero que encandiló en los años 40 desde su Camas natal para ser uno de los más prometedores toreros. Por eso, cuando tomó la alternativa en 1946 en Valencia, todo el toreo daba por hecho que sería una figura de época. «Tenía, y tengo —dice sin ambages— todo para triunfar. Pero los toros me pegaron muy fuerte y muy seguido. Aquella cornada de Jaén en la que en la habitación solo estábamos el médico, el cura y yo... pero me escapé», dice esbozando una sonrisa y mirando de reojo a su hijo Julio y a sus nietos Julio y Mario.
Y como si solapase una tanda de naturales de mano baja, le viene a la mente una anécdota con aquel sacerdote en Jaén. «Estuve ingresado al menos un mes porque fue un cornalón de caballo. El médico me tenía prohibido comer pero yo estaba “esmayao”. Los sábados y los domingos venía el cura a darme la comunión y un día le dije: “padre, en vez de darme la comunión el sábado y otra el domingo, démelas las dos juntas y por medio meta un poco de queso...”».

Época dorada
Década de los 40 con un Vito alternando en los carteles en una de las edades más gloriosas del toreo. «Es que allí estábamos, en el patio de cuadrillas, Pepe Luis Vázquez, los cuatro Bienvenida, los Martín Vázquez, Manolete, los Dominguín, con ese Luis Miguel... Gitanillo de Triana, Paquito Casado, El Andaluz, Manolo Vázquez, Litri —se le llena la boca—, El Choni, Carlos Arruza, Rafael Ortega... ¿he nombrado a toreros importantes? Y los que vinieron después, que me cogieron ya como banderillero, como Puerta, Camino, Romero, Ostos, Paula... ojú, niño».
«Fíjate si toreaba bien —vuelven los recuerdos—que una vez, en un patio de cuadrillas, a punto de hacer el paseíllo, Luis Miguel Dominguín se volvió hacia las cuadrillas y al verme dijo: “¿No te da vergüenza estar ahí detrás? Con lo bien que tú toreas tenías que estar aquí delante, con los matadores”».
Barcelona, Valencia, Sevilla, Madrid, Bilbao... fueron plazas que le vieron salir a hombros tanto de novillero como de matador. Pero esas cornadas le mermaron, sobre todo en lo anímico. Así que decidió buscar ser figura vestido de plata. Y lo consiguió porque ha sido uno de los más grandes rehileteros que ha dado la historia de la Tauromaquia.
 Y, ojo, en una época también con compañeros que han sido figurones del escalafón de plata. «¿Te nombro gente?» pregunta al periodista y, sin dejar que uno responda, enumera una lista que pone los vellos de punta por lo que de torería guarda: «ahí estaban Almensilla, Chaves Flores, Luis González, Pinturas, David, Tito de San Bernardo, Michelín, José El Andaluz, Antonio y Andrés Luque Gago... y que me perdonen aquellos que no he nombrado pero es que entonces haría falta un ABC entero. Todos muy grandes, muy grandes».
¿En qué radicó la supremacía del Vito en banderillas? 
Y lo explica con claridad meridiana: «Tenía unas facultades físicas impresionantes y salía de la cara del toro andando. Me acuerdo que los Bienvenida me decían que entrenaban con el carrito poniendo banderillas y no eran capaces de salir andando de la cara. Pero es que eso es un don innato que siempre he tenido. Había gente que incluso iba a los toros dependiendo con qué matador de toros fuésemos Luis González y El Vito. Cómo sería la cosa...».
Y echa de menos esa época en la que forjó amistad con los más grandes en aquellos viajes interminables en barco a América o esos coches de cuadrillas cruzando España de norte a sur y de este a oeste. «El toreo ha sido, es y será grandeza. Porque solo hay verdad entre el toro y el hombre. Estás tú solo delante del toro con capote, muleta, espada, banderillas... ¿Hay más verdad que eso?».
La torería que desprende Vito solo es comparable con el amor que tiene a su familia... y a Gloria, su esposa «que me dejó demasiado pronto». Se le iluminan los ojos y vuelve la vista hacia un retrato de una belleza mexicana con la que compartió años inolvidables. «En México, Carlos Arruza me invitó a una fiesta en la que se celebraba la pedida de una señorita. Entramos y vi a esa muchacha y le dije: “esa mujer se casará conmigo”. Y cuando bailamos, ya no nos separamos más».
Sigue recordando. Y  todo lo que habla se encuentra en ese salón en el que el toreo eterno se respira. Porque nunca ha dejado de ser torero Julio Pérez Vito. Tanto en el ruedo como en la vida. Porque tras retirarse fue uno de los mejores representantes de las más importantes empresas taurinas. Y sigue pendiente de todo cuanto acontece en el mundo del toro. «El toreo ha evolucionado como la vida. Pero ahora también hay grandísimas figuras del toreo. Ahí está el caso de Morante, sin ir más lejos».
No quiere hablar de los movimientos antis porque es de la opinión de que es darle publicidad, pero se entristece al saber que Córdoba se puede quedar sin festival taurino para ayudar a los niños con cáncer. «¿Cómo le va a quitar la alcaldesa de Córdoba los toros y dejar a esos niños sin un dinero que tanta falta les hace para poder continuar con sus tratamientos? Eso es inconcebible y espero que recapacite». Julio Perez Vito. 90 años de genio y figura... del toreo y de la vida.
Sus nietos Julio y Mario, quinta generación
El apodo de El Vito está ligado al toreo desde hace más de 150 años. Su abuelo ya fue representante en el contencioso entre Pablo Romero y Miura. Luego, su padre, Manuel Pérez Vito (el del famoso pasodoble) fue matador de toros y hombre de confianza de toreros como Marcial Lalanda y Juan Belmonte. La tercera generación es el propio Julio Pérez Vito y su hermano. Su hijo, Julio también, es uno de de los principales representantes de empresarios taurinos. Y ahora también sus nietos Julio y Mario. Julio es el hombre de confianza del empresario Ángel Bernal y de la plaza de toros de Murcia, así como de Manuel Díaz «El Cordobés». El toreo y sus valores defendidos de la mejor manera posible: a través del amor por un animal al que quieren los Vito como pocas personas pueden hacerlo.

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