De momento todo ha quedado en una pedrada y unos zarandeos. Afortunadamente no hubo respuesta por parte de los miles de aficionados que acudieron al festejo del 19 de marzo y la veintena de intolerantes que fueron con la intención de provocar se marcharon de rositas. Mejor así, porque de lo contrario los legales se hubiesen convertido en los delincuentes, algo que, de alguna manera, puede afirmarse que acabó sucediendo.
Sí, el ganadero Justo Hernández acabó con la camisa rota cuando la policía le agarró bruscamente para impedir su paso a la plaza, que en ese momento estaba taponada por los activistas, y el empresario Nacho Lloret empujado contra la pared de forma violenta al salir en su ayuda. La pedrada se la llevó una aficionada que tuvo la ‘mala suerte’ de intentar acceder a su localidad en el momento inoportuno. La lanzaron los dictadores mientras proclamaban “menos violencia y más cultura”, qué paradoja.

Pero quiero acabar en tono positivo. Es cierto que a las corridas falleras les ha faltado un trapío más parejo y un punto más de raza para hablar de un serial memorable; pero hay que recordar que El Juli arrasó con un poderío casi intratable, Perera mostró una seguridad aplastante, Jiménez Fortes toreó con una verdad encomiable, Castella volvió a emocionar, El Soro dio una lección de autosuperación y entrega increíbles, Enrique Ponce cumplió 25 años de alternativa con la misma magia de siempre para hacer embestir a una silla, Talavante firmó una faena de gran importancia, Morante acarició embestidas con el alma para recordarnos cuan sublime puede ser el arte etéreo, y la novillería en general, y en particular un prodigioso Varea, demostró que el panorama de futuro es alentador. A todo esto habría que añadir los detalles de Urdiales, las pinceladas de Finito y la notable exhibición de toreo a caballo de la matinal de rejones. No parece poca cosa para un ciclo de diez días.
Ahora es momento de que nuestras autoridades se signifiquen de verdad con la tauromaquia y hagan valer sus palabras y la ley. Manifestarse es legítimo, pero no en el lugar inapropiado, máxime cuando se trata de un grupo minoritario de intransigentes violentos que se pasean por todo el orbe taurino -presuntamente subvencionados- intentando boicotear los festejos a base de una falta de respeto que les despoja de cualquier razón. Habría que recordar a los políticos que no se puede nadar y guardar la ropa.
Por Carlos Bueno
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