Veníamos vaticinando desde hace mucho tiempo que las manifestaciones antitaurinas a la puerta de la plaza acabarían mal, como así ha sucedido este año. Pero aún puede ser peor si continúa la irresponsable permisividad de nuestras autoridades.
De momento todo ha quedado en una pedrada y unos zarandeos. Afortunadamente no hubo respuesta por parte de los miles de aficionados que acudieron al festejo del 19 de marzo y la veintena de intolerantes que fueron con la intención de provocar se marcharon de rositas. Mejor así, porque de lo contrario los legales se hubiesen convertido en los delincuentes, algo que, de alguna manera, puede afirmarse que acabó sucediendo.
Sí, el ganadero Justo Hernández acabó con la camisa rota cuando la policía le agarró bruscamente para impedir su paso a la plaza, que en ese momento estaba taponada por los activistas, y el empresario Nacho Lloret empujado contra la pared de forma violenta al salir en su ayuda. La pedrada se la llevó una aficionada que tuvo la ‘mala suerte’ de intentar acceder a su localidad en el momento inoportuno. La lanzaron los dictadores mientras proclamaban “menos violencia y más cultura”, qué paradoja.
La mujer sanará de la brecha en la frente, Nacho Lloret mejorará de su dolor en un hombro y Justo Hernández se comprará otra camisa. Pero estos actos no pueden quedar impunes por mucho que no hayan acabado siendo irremediables. ¿O es que hace falta que ocurra una fatal desgracia para que se tomen cartas en el asunto? Basta ya de que nuestros políticos quieran nadar y guardar la ropa. Si declaran que están a favor de la tauromaquia que lo demuestren haciendo retirar una manifestación ilegal que no tenía permiso para estar ahí. ¿O no es de sentido común prevenir antes que curar? ¿De qué iba la policía? ¿Por qué le reclamó el DNI a Justo Hernández y no a los radicales? ¿De quién cumplía órdenes? ¿Por qué pidió con calma y de forma respetuosa a los agitadores que retrocedieran unos metros mientras arremetía desproporcionadamente contra los pacíficos y lícitos? Quienes nos ajustamos a la ley, la mayoría, necesitamos explicaciones y sobre todo acciones. Dejarlo para más tarde podría lamentarse.
Pero quiero acabar en tono positivo. Es cierto que a las corridas falleras les ha faltado un trapío más parejo y un punto más de raza para hablar de un serial memorable; pero hay que recordar que El Juli arrasó con un poderío casi intratable, Perera mostró una seguridad aplastante, Jiménez Fortes toreó con una verdad encomiable, Castella volvió a emocionar, El Soro dio una lección de autosuperación y entrega increíbles, Enrique Ponce cumplió 25 años de alternativa con la misma magia de siempre para hacer embestir a una silla, Talavante firmó una faena de gran importancia, Morante acarició embestidas con el alma para recordarnos cuan sublime puede ser el arte etéreo, y la novillería en general, y en particular un prodigioso Varea, demostró que el panorama de futuro es alentador. A todo esto habría que añadir los detalles de Urdiales, las pinceladas de Finito y la notable exhibición de toreo a caballo de la matinal de rejones. No parece poca cosa para un ciclo de diez días.
Ahora es momento de que nuestras autoridades se signifiquen de verdad con la tauromaquia y hagan valer sus palabras y la ley. Manifestarse es legítimo, pero no en el lugar inapropiado, máxime cuando se trata de un grupo minoritario de intransigentes violentos que se pasean por todo el orbe taurino -presuntamente subvencionados- intentando boicotear los festejos a base de una falta de respeto que les despoja de cualquier razón. Habría que recordar a los políticos que no se puede nadar y guardar la ropa.
Por Carlos Bueno
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