Se doctoró, en efecto, en su querida plaza de Barcelona el día 14 de octubre de 1956, fecha en la que hizo el paseíllo acompañado por su padrino, el coletudo Miguel Báez y Espuny ("Litri"); el cual, bajo la atenta mirada del genial diestro rondeño Antonio Ordóñez Araujo, que hacía las veces de testigo, puso en las manos del toricantano la flámula y el acero con los que había de muletear y estoquear a Larguirucho, un burel negro procedente de la ganadería de don Antonio Urquijo.
El diestro onubense, Antonio Borrero nacido en Huelva el 13 de septiembre de 1935. En el planeta de los toros es conocido por su sobrenombre artístico de "Chamaco".
El diestro onubense, Antonio Borrero nacido en Huelva el 13 de septiembre de 1935. En el planeta de los toros es conocido por su sobrenombre artístico de "Chamaco".
A partir de entonces, Antonio Borrero Morano inició una exitosa andadura novilleril que, al cabo de un mes (concretamente, el día 4 de junio de 1953), le llevó nuevamente a hacer el paseíllo a través de la arena del coliseo de Huelva, pero esta vez anunciado ya en un festejo con picadores. Compartió cartel, en este su debut con los del castoreño, con Joselito Romero y José Moreno, y entre los tres dieron cuenta de un encierro criado en las dehesas de doña Julia Cossío.
El día 7 de marzo de 1954, en compañía de Carlos Corpas y "el Turia" y frente a novillos de Galache, "Chamaco" pisó por vez primera el redondel de la Monumental de Barcelona, plaza llamada a convertirse en el principal escenario de los grandes éxitos de su carrera taurina.
Fue así como el joven e impulsivo Antonio Borrero protagonizó nada menos que veinticuatro festejos de novillos en la Monumental de Barcelona durante aquella arrolladora campaña de 1954, en la que llegó a enfundarse el terno de alamares en cincuenta y cuatro ocasiones, cifra elevadísima para un principiante como él.
Por desgracia, al tiempo que se sellaba este singularísimo pacto entre el público barcelonés y quien pasó a ser -mucho antes de haber pensado incluso en tomar la alternativa- su torero predilecto, se iban generando también las causas por las que "Chamaco" iba a tener cada vez más difícil su inscripción en la historia del Arte de Cúchares como una gran figura del toreo.
La segunda causa de que el éxito de "Chamaco" quedase reducido, al cabo, al fervor "regional" de su incondicional público barcelonés fue su persistente negativa -más que por su propia voluntad, debido al mal asesoramiento de sus promotores- a torear en Madrid, ante la primera afición del mundo, a la postre -y como ha ocurrido siempre en la historia del Arte de Cúchares- la única capaz de elevar a un torero hasta el Olimpo de las figuras míticas.
Resulta imperdonable que un aspirante a gran figura del toreo tarde tanto tiempo en comparecer ante el único tribunal capacitado para otorgarle este título.
Sea como fuere, lo cierto es que, tras su vertiginosa ascensión hasta los primeros puestos del escalafón novilleril durante aquella campaña de 1954, "Chamaco" abordó la siguiente temporada con bríos aun mayores, lo que se tradujo en nada menos que sesenta y nueve ajustes cumplidos al término de 1955, año en el que de nuevo hizo el paseíllo en la Ciudad Condal en veinticuatro ocasiones.

La anécdota recogida por el gran estudioso de la Tauromaquia Carlos Abella, a propósito de la importancia que llegó a adquirir "Chamaco" para las arcas de Balañá, no tiene desperdicio: una tarde de 1954 en la que el empresario catalán no pudo contar con ese arrollador novillero que causaba el delirio de la afición barcelonesa, incluyó en el cartel a un desconocido torerillo apellidado Camacho, con la esperanza de que la socorrida metátesis de la h sirviera de burdo reclamo para atraer hasta las taquillas de la Monumental de Barcelona a algún aficionado despistado (o, simplemente, disléxico).
Claro que no todo eran aplausos y ovaciones en esa meteórica andadura novilleril de Antonio Borrero Morano, quien en 1954 visitó el hule de la enfermería barcelonesa en dos ocasiones: el día 25 de mayo, alcanzado gravemente en el vientre por un astado de Bohórquez; y, el 28 de julio, con el muslo izquierdo sangrando por dos heridas.
Se doctoró, en efecto, en su querida plaza de Barcelona el día 14 de octubre de 1956, fecha en la que hizo el paseíllo acompañado por su padrino, el coletudo valenciano Miguel Báez y Espuny ("Litri"); el cual, bajo la atenta mirada del genial diestro rondeño Antonio Ordóñez Araujo, que hacía las veces de testigo, puso en las manos del toricantano la flámula y el acero con los que había de muletear y estoquear a Larguirucho, un burel negro procedente de la ganadería de don Antonio Urquijo. Al término de esta campaña de 1956, en la que había tomado parte en sesenta y una novilladas, Antonio Borrero cruzó el Atlántico y emprendió una exitosa campaña por diferentes plazas de Ultramar, con triunfos tan notables como el cosechado en diciembre de aquel año en el transcurso de su presentación en la mexicana plaza de El Toreo.
A su regreso a España, sus mentores siguieron ternes en su obcecación de no dejarle pisar el ruedo venteño, tal vez conscientes de que en la primera plaza del mundo no era tan fácil cosechar esos aplausos generosos que en otros coliseos prodigaba un público más benevolente y menos entendido.
Cierto era que, para aquella campaña de 1957, el toreo de "Chamaco" ya había adquirido mayores fundamentos técnicos; pero no lo era menos que los espectadores poco avisados seguían reclamando al diestro onubense el numerito tremendista que él mismo -y sus ventajistas promotores- se había encargado de repetir hasta la saciedad; a saber -y según el fiable testimonio del citado Abella-: "el brazo contrario siempre en alto, los bruscos giros de espalda, la permanente sensación de desprecio ante el peligro".
Cuarenta y nueve funciones protagonizó el coletudo onubense durante aquella campaña de 1957, en la que, además de eludir el obligado compromiso con Las Ventas, tampoco pisó el albero sevillano. El 21 de agosto de dicho año, en el redondel de Bilbao, volvió a caer herido por asta de toro, esta vez en el epigastrio, con una cornada tan tremenda que los facultativos llegaron a temer por su vida. Pero el animoso "Chamaco", acostumbrado a las gestas más penosas, pronto se repuso de este gravísimo percance para afrontar con el mismo coraje de siempre la temporada de 1958, en la que ya le resultó imposible seguir dando esquinazo a la afición de la Villa y Corte.

No tuvo tanta suerte en la temporada de 1959, al término de la cual -y después de haber vuelto a ignorar las plazas de Madrid y Sevilla durante aquel año- cayó herido en las arenas barcelonesas, en el transcurso de un festejo que solemnizaba el día de la Merced (24 de septiembre). Tras el fracaso de su temido paso por Las Ventas, la estrella de "Chamaco" había comenzado a declinar, como quedó bien patente en los veintisiete contratos que se le ofrecieron aquel año, una cantidad ciertamente reducida al lado de los ochenta festejos que había protagonizado en la campaña anterior. Dispuesto a enderezar su trayectoria, en 1960 se anunció en dos carteles de la madrileña Feria de San Isidro, pero volvió a fracasar en su intento de cautivar al público de la Villa y Corte; y tampoco salió bien parado aquel año en su enfrentamiento con las reses, pues una de ellas le hirió de nuevo gravemente en un muslo el día 3 de julio, en el redondel de Palma de Mallorca.
Su anhelado triunfo en la Real Maestranza hispalense llegó, finalmente, el día 11 de mayo de 1961, en la clásica corrida en beneficio de Cruz Roja, después de haber arrumbado con decisión todo su repertorio de lances extravagantes y su heterodoxia tremendista para ensayar -tanto con el capote como por medio de la muleta- un toreo clásico y puro que hizo las delicias de la afición sevillana.
También cayó herido aquella tarde el castigado "Chamaco", pero esta vez no a causa de sus excéntricos alardes, sino por querer entrar a matar de frente y por derecho, con la pureza y rectitud que exige la ejecución cabal de la suerte suprema.
Al término de aquella temporada, tras haber lidiado el día 12 de octubre -cómo no, en Barcelona- su trigésimo séptima corrida de aquel año (en la que fue premiado con un oreja de su segundo oponente), anunció su retirada del ejercicio activo de la profesión, si bien no llegó a cortarse simbólicamente la coleta.
Una de las razones que le impulsaron a este prematuro abandono cuando sólo llevaba cinco años como matador de reses bravas fue el excesivo número de cornadas que le habían asestado los toros, culminado aquel año de 1961 con una nueva herida grave en las arenas de Pamplona, producida esta vez por un sañudo pupilo de Pablo Romero.
Pero sólo pasó un año alejado de los cosos, pues el día 14 de julio de 1963, en la pequeña localidad gerundense de San Feliú de Guixols, "Chamaco" volvió a hacer el paseíllo acompañado por su antiguo compañero de rivalidad novilleril, Joaquín Bernardó, y dispuesto a enfrentarse -al lado de Francisco Camino Sánchez ("Paco Camino"), que completaba el cartel de aquella tarde- con reses procedentes de la vacada de Prieto de la Cal.

El día 14 de septiembre de este último año, después de haber despachado en la Monumental de Barcelona dos toros de Joaquín Buendía, bajo la atenta mirada de los espadas Rafael Ortega yJuan García Jiménez ("Mondeño") y del caballero rejoneador Álvaro Domecq Romero, Antonio Borrero Morano ("Chamaco") se retiró definitivamente del toreo.
J. R. Fernández de Cano.http://www.mcnbiografias.com/
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