Se trata de Manuel Escribano un torero forjado en la más dura pelea durante 9 años, que al décimo destapó toda la dimensión que podía dar.
Sin embargo, la temporada recién concluida ha quedado lejos de lo que esperaba. Ha incrementado, eso sí, su número de contratos, pero en los momentos cruciales --llámese Sevilla, Madrid, Bilbao…-- las cosas no rodaron bien.
Ahora, vista la experiencia, ha decidido poner un punto y aparte, para iniciar en 2015 una nueva andadura.
Festejos: 35 Orejas: 43 Rabos: 2
Después de su arrolladora actuación en la corrida de Miura de 2013, refrendada luego con otros éxitos de importancia, Manuel Escribano encaró la temporada de 2014 con las mejores perspectivas. De entrada, contratado como base fundamental del abono de Sevilla, con cuatro actuaciones, entre ellas la del emblemático Domingo de Resurrección. Pero aquel horizonte tan despejado luego se ha ido complicando, comenzado por lo inadecuado de su confirmación de alternativa en Madrid.
Es cierto que, en unas ocasiones por poca suerte en los lotes y en otras porque no terminó de sacar a pasear todas sus virtudes, que las tiene, la temporada de Escribano se fue desinflando como un globo de feria. El torero, que es inteligente como para no darse falsamente coba, ha reconocido no se han cumplido las expectativas que había antes de comenzar el año taurino.
Escribano ha estado en todas las ferias de relevancia, tanto en España como en Francia. Hay que pensar que el ambicioso camino trazado necesariamente se hizo de mutuo acuerdo con sus hasta ahora apoderados: Simón Casas y Roberto Piles. Pero lo único comprobado es que el resultado final no ha dejado satisfechos a ninguna de las partes y por eso han optado separarse.
Teniendo, como tiene, valores indudables en su toreo y contando con una decisión puesta a toda prueba, la realidad es que el rol profesional de Escribano está un poco en nebulosa. Siendo un torero que partía de triunfador, ha aumentado --aunque dentro de los límites de una temporada de restricciones-- su número de contratos, pero no la categoría de sus carteles, que se han mantenido niveles similares cuando estaba en lo más duro de su batalla. Este mundo del toreo es muy complicado como para emitir opiniones rotundas, pero podría decirse que sus antiguos éxitos no han acabado por ser rentabilizados en una medida proporcionada.
En su contra trabaja, desde luego, el hecho de ser un torero absolutamente predecible: antes de llegar a la plaza ya se sabe cual será la estructura básica de su actuación:
su permanente caminar hacia la puerta de toriles, su par de banderillas encerrado en las tablas... Todo ellos elementos meritorios, pero que a fuerza de ser absolutamente repetitivos pierden en mucho ese factor de la sorpresa, que tan importante es en un ruedo.
Pero como demostró en la ya mencionada corrida de Miura, Escribano no era sólo el torero esforzado; era, además, un torero que sabía --y sabe-- manejar los engaños con una mano templada y que tenía --y tiene-- un concepto artístico apreciable. Sin embargo, durante 2014 estos otros elementos se han diluido, hasta quedar en demasiadas ocasiones en un segundo plano.
De esta forma, cuando ha pasado sobradamente la frontera de los 10 años de alternativa, nos encontramos con un torero que tiene valores credenciales y valores que enseñar, pero que hoy es el día en que continúa sin definir el perfil profesional que le corresponde en el toreo actual.
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