Corren buenos tiempos para la poesía, a simple vista os preguntaréis que este titular poco tiene que ver con la tauromaquia, y yo digo que sí tiene mucho que ver.
La tauromaquia como la buena poesía nace del corazón, del alma de un hombre solitario encerrado en un mundo donde sus ideas brotan sin una razón aparente, donde no hay un guión preestablecido donde todo fluye como un río hacia el mar. Hoy en día existen toreros de una enorme personalidad, unos mejor tratados que otros, pero que sin duda viven por y para el toro, unos toreros que beben de las fuentes del arte, de la inspiración más absoluta, esos que con solo recitar un soneto son capaces de formar una pelotera.
Morante, Juan Mora, Urdiales, Finito, Curro Díaz, Leandro, Oliva Soto… son toreros de los llamados artistas, unos con mas cartel que otros, pero todos con alma de poeta, soñadores y bohemios que se dejan llevar por sus sentimientos más profundos, y llegar así a ejecutar los más bellos sonetos o la poesía más maravillosa del mundo con sólo unos chispazos de su indudable torería.
Años atrás también salieron otros genios como Ordóñez, Romero, Paula… que sin duda también ponían al servicio de los aficionados su pluma y su papel, para dejar escrito con letras de oro en los ruedos la grandeza de su tauromaquia.
Pero hablemos de la actualidad, toreros de arte, personalidad o inspiración los hay pocos, pero de una indudable calidad, unos más valientes que otros, unos más rotundos que otros, pero lo que no cabe ninguna duda, es que este ramillete de toreros con sólo un par de chispazos sacan la mayor de las sonrisas y satisfacciones a los que acuden a una plaza de toros para paladear el buen torero, el toreo con mayúsculas.
Vivimos en un tiempo donde prima la técnica sobre la improvisación o la inspiración, no se consienten los enganchones, esta todo tan medido que si no se dan 50 muletazos parece que la faena no alcanza el nivel exigido, y la tauromaquia es más que eso, la tauromaquia es hacer sentir al que se sienta en un tendido ese hormigueo en la piel, esa sonrisa no forzada que sale cuando ves algo que te llega al alma, ese bien que te sale de lo más profundo de tu ser, pues eso solo está al alcance de los elegidos, de los grandes poetas, de los que con un verso ya te han desquebrajado el corazón y el alma, sus naturales, trincherazos, medias o verónicas se convierten desde ese momento en instantes que se paladearan por mucho tiempo, poco pero bueno, para que mas.
Por eso, el toreo esta quizas falto de tardes de poetas que saben escribir con el alma y el corazón, de esos que con solo una tarde convencen al aficionados y consiguen que vuelvan a recobrar la ilusión muchas veces perdida en tantas tardes de vulgaridad y monotonía.
PABLO LÓPEZ RIOBOO
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