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jueves, 9 de octubre de 2014

EL OPORTUNISMO ESTÁ DE VUELTA

Aportaciones Histórico Taurinas mexicanas 
En los últimos días, mientras este México se despierta día a día en medio de las más descarnadas tragedias: Ayotzinapa, ausencia de derechos humanos, autoridades o policías estatales o municipales coludidas con el narcotráfico, asaltos, asesinatos… es decir un México que se nos desmorona a pedazos, salen a escena –como tienen que hacerlo siempre en estos casos y en los momentos más inoportunos-, ciertos políticos que en aras de defender una causa, tornan su presencia y su palabra en patética circunstancia de común acuerdo con la realidad.
Pues bien, no conforme con esto, al menos dos actores políticos, Gabriela Cuevas y Jorge Emilio González Martínez, representantes del Partido de Acción Nacional y del partido Verde Ecologista de México respectivamente, saltan a la palestra para anunciar que hoy, 7 de octubre presentarán ante el senado de la república una iniciativa para crear una “Ley General de Trato Digno y Respetuoso de los Animales”.
Lamentablemente estos dos mexicanos desconocen que el andamiaje de la cultura mexicana a lo largo de los siglos, es el resultado de una compleja asimilación que comprende la práctica, la herencia de ciertos rituales que, como el taurino ha tomado casi quinientos años para ser lo que es hoy.

Si uno creyera firmemente en la ideología de los políticos, este mundo sería otro. Sin embargo, la política como tal es un ejercicio que debe practicarse con la certeza de que se está en condiciones de enfrentar la realidad y las necesidades de otros, bajo principios elementales de honradez, austeridad y otros tantos conceptos que nos hagan confiar en sus compromisos. Lamentablemente no es el caso en la mayoría de los políticos mexicanos, de quienes desconfiamos, hasta el punto de que no siendo capaces de acumular aciertos, tienen que buscar protagonismos como el presente. 
Y me refiero en concreto a ese empeño que tienen tanto Cuevas como González Martínez, quienes en su momento nos han demostrado no tener el perfil apropiado para tamaña estatura en tanto representantes populares.
 La procedencia política de una y de otro tendría que ver ya no tanto con el espíritu que emana de sus postulados, sino de esa terca insistencia de encarar propósitos que no se corresponden con las muchas tareas que tendrían que ver con la mejora de las condiciones para un México mejor.
Uno creería que habiendo tantas necesidades que atender en este país, una de ellas fundamental por antonomasia: la cultura, tengan que oponerse a ella, aduciendo que debe impulsarse una “Ley General de Trato Digno y Respetuoso de los Animales”.
 En efecto, uno coincidiría con ellos en términos de la inestable situación que enfrentan diversas razas animales que ya no solo están bajo el predominio de la domesticación, sino que en muchas ocasiones el trato que se les da, alcanza niveles indescriptibles. Precisamente es en términos de una cultura popular metida en la entraña de un pueblo a donde quieren llegar y aplicar sus intenciones hasta el punto de que han conseguido impedir el uso de los animales en los circos, y ahora lo pretenden con los toros, pues ambos son espectáculos en el que (los animales) son “inducidos a realizar actos fuera de su comportamiento natural”.
La manifestación circense nos habla de otras cosas, su lenguaje es único y se ha construido bajo la idea de concebir una representación gozosa, en la que no sólo caben todos los actores, sino también los animales. 
En ese mismo sentido, las corridas de toros se han integrado como parte de un ritual de largo alcance temporal, cuyo tránsito milenario nos deja entender que su cultivo, involucra a buen número culturas, tanto de oriente como de occidente y en nuestros días, todos sus involucrados intentan conservar su esencia lo más intacta que sea posible, significando para ello adecuar su representación a los tiempos que corren. Es cierto, allí se realiza algo que consideramos como una auténtica ceremonia en la cual, el toro se convierte en el elemento de sacrificio y muerte, respetando hasta donde es posible la razón originaria que dio paso a su representación.
Todo aquel que se considere aficionado a los toros debe saber que, para hacer una defensa legítima de un espectáculo cada vez más cuestionado, es preciso conocer que su permanencia se debe a una serie de procesos cuya integración puede sumar varios milenios. Sociedades primitivas vincularon los ciclos agrícolas concibiendo figuras idealizadas a las que comenzaron a rendir culto. 
En el bagaje complicadísimo de su andar por los siglos, fue necesario incorporar elementos que, llevados al sacrificio, cumplían con propósitos de celebración, veneración y hasta petición, cuyos fines se ligaban a la obtención de buenas cosechas o buscaban erradicar el mal producido por sequías, inundaciones o plagas.La caza del toro por el hombre primitivo para aprovechar su carne como alimento, su piel como vestido y más tarde, con el surgimiento de las sociedades agrícolas, como instrumento de trabajo, fue probablemente el embrión de la tauromaquia. Para apoderarse del animal, el hombre debió oponer su habilidad e inteligencia a la fuerza bruta del bóvido, dando origen a ciertas prácticas que podrían ser consideradas como una lidia primitiva. Más tarde, estas prácticas se utilizarían como deporte y como ritos religiosos.
En el sincretismo, la amalgama que esas y otras sociedades tuvieron, ya fuera por expansión de sus dominios, por guerras o esa intensa lucha que las creencias también fueron forjando, permitieron que los pueblos fueran cambiando lentamente sus esquemas de vida, asunto este que permitió, entre otras muchas cosas, expresiones de la vida cotidiana. 
Es así, que en ese largo proceso además de que el hombre ya convivía con animales y los domesticaba, así también surgieron expresiones que, al cabo de los siglos y de sus necesarias adecuaciones, el toreo encontró espacios de desarrollo sin dejar de incluir aquel elemento originario el que, en su nueva manifestación de rito y fiesta siguió su camino.
Que el toreo despierte pasiones es un hecho. Los componentes que reúne han producido, producen y seguirán produciendo diversos niveles de intensidad en las polémicas, las confrontaciones, el debate que unos y otros han mantenido por siglos. Hoy día, con explicaciones como la que ahora mismo se presenta, se da un paso adelante en el sentido de justificar el porqué de los toros, de ahí la importancia de revalorar sus significados, sin mengua de que nos enfrentamos o podemos enfrentarnos a auténticos juicios sumarios que muchas veces se cierran a la razón, siendo para nosotros la única bandera que ondea en el campo de batalla.
Finalmente, como aduce González Martínez, el  hecho de contar con estadísticas no confiere a sus intenciones la demostración cabal de lo que ello represente, si para ello está de por medio un legado cultural, inmaterial también que no puede exterminarse bajo esa pretendida sentencia. 
Claro, si este mundo metido en la postmodernidad pretende, como es su propósito negar el pasado y seguirse de filo con la clara pero inconsciente idea de que vendrán tiempos mejores, ello no garantiza que sobrevivan diversas sociedades que coinciden con esos ideales, y celebro que así lo piensen, pero definitivamente y como lo decía el Dr. Edmundo O´Gorman: “el pasado nos constituye”, y sin el pasado no tendremos en lo sucesivo, idea cabal de qué estamos hechos los humanos, perdiendo así la valiosa oportunidad de pensar y repensar nuestros destinos construidos, como he procurado decirlo, a lo largo de muchos siglos, que hoy son capaces de admirar la compleja red de lo que fuimos, somos y seremos hasta que la humanidad sea alcanzada por un destino que hoy sigue siendo indescifrable, pero no por ello predecible

José Francisco Coello Ugalde.

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