Hay que anotar una excelente noticia antes de echar las sábanas sobre los muebles: el equipo de Simón Casas ha logrado resucitar la feria del Pilar de Zaragoza que andaba en caída libre y sin red.
La composición de los carteles propuestos, el trabajo de campo, la capacidad de ilusionar al aficionado y, sobre todo, la imprescindible buena suerte han logrado lo que parecía un imposible después del paso de los Serolo: levantar un abono decadente que se ha encontrado con un producto atractivo: Ahí está la sorpresa impredecible de ese indulto del novillo de Los Maños a cargo del desconocido Varea, que se une a la larga y brillante baraja de novilleros que está llamada a mandar a su casa a unos cuantos que ya no ilusionan a nadie.
Otra cosa es que las empresas se enteren o se quieran enterar.
Pero hay que volver a orillas del Ebro para recordar que la de Varea no ha sido la única sorpresa del ciclo aragonés: El Fandi sorteó y cuajó un excelente ejemplar de Fuente Ymbro que permitió a su criador, Ricardo Gallardo, enjugar algunas lágrimas de un año para olvidar.
No ha sido la única excelencia ganadera del ciclo. Hubo un toro de Bañuelos, primero de los seis que despachó en solitario Daniel Luque, que mereció la vuelta al ruedo que no concedió el polémico presidente de la jornada. Y hablando del diestro de Gerena, firmó en la Misericordia la tarde más trascendente de su vida y puso la guinda a una excelente temporada que le ha sacado del limbo.
Pero la feria del Pilar no se ha librado de esas estúpidas mixtas con Hermoso por delante para lidiar dos novillotes despitorrados. El navarro se llevó la única oreja de aquel día y un palizón compartido con una de sus monturas. ¿Cuantas habrá que deglutir el año que viene? Ay, señor…
Pero, una vez más, volvemos al hilo de la feria para anotar el magisterio inmarchitable de Ponce y, por encima de todo, la vuelta jubilosa de Alejandro Talavante, que cuajó la faena del ciclo después de un largo mes en el dique seco. Sólo deseamos que esta sea la versión y la forma definitiva del diestro extremeño.
La feria se cerraba con el que, sobre el papel, era el cartel estrella del ciclo y en el día de Nuestra Señora del Pilar. El caso es que la primera figura --El Juli--, el mandón de la campaña --Perera-- y el inevitable perejil de todos los guisos, peroles, potes, paellas y estofados --hablamos de Padilla-- lograron la entrada más floja del tramo fuerte de la feria. Eso sí, don Julián López volvió por sus mejores fueros.
Por Álvaro R. del Moral, cronista de “El Correo de Andalucía
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