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jueves, 9 de octubre de 2014

Un toro inolvidable y un Fandi sobresaliente

Era un día de celebración. Los 250 años, ni más ni menos. Y para la ocasión, además de celebrar una Corrida Goyesca, la nueva empresa gestora comandada por Simón Casas, acondicionó la plaza. Pintados los burladeros con obras de la época y una actuación en el séptimo toro, que recrearon las suertes antiguas que representó Francisco de Goya en su tauromaquia. David Ramírez, Saúl Rivera, Eusebio Sacristán y Francisco Murillo fueron los encargados de realizar las suertes, entre ellas el salto de la garrocha o el recibimiento al toro subido en una mesa.
 Además sorprendieron al público con un recital de distintos saltos que sorteaban las embestidas del toro. Fue la manera de finalizar un festejo especial que tuvo el éxito principal, el del público, que llenó la plaza en más de tres cuartos del aforo y un miércoles de feria. Eso es mucho decir

Quizá ocurrió antes, lo del amor. El de Zaragoza con El Fandi, porque en verdad la conexión empezó antes de que se descubriera la infinita grandeza del toro. Pero «Picarón» disparó las emociones. «Picarón» fue un toro extraordinario de Fuente Ymbro. 
El único toro de la corrida, pero tan bravo que la sostuvo. Inolvidable.

 La esencia de la Fiesta residía en él y en los muchos matices buenos que fue desarrollando. Capaz de mantener no sólo el tipo sino la calidad, el ímpetu, la casta, la bravura y la transmisión de principio a fin, a pesar de haber soportado un exigente y atlético tercio de banderillas, los cien metros lisos quedan en una broma cuando El Fandi está cerca. En contrapartida, de haberla, le dejó más crudo en el caballo, donde cumplió. El sobresaliente se lo ganó después. 
Y de qué manera. Al galope iba al encuentro y se desplazaba dos o tres metros de más para sin pararse, sin echar una mala mirada, ni desafiar ni plantear más cuestiones que la voluntad de ser un feliz cómplice, volver a por la muleta otra vez. De nuevo. Estrenaba muletazos con el alma limpia y la casta impoluta. Encadenado uno a otro por codicia, por querer. Hilvanadas las embestidas lo suyo era una espiral de bravura de la que no se apartó nunca.

 El Fandi, su matador, conectó con el corazón maño ya con el capote en esas lopecinas raudas y veloces que fueron la antesala del tercio de banderillas, que revolucionó. En el centro del ruedo, de rodillas, inició la faena, y fue buena tanda, el toro viajaba tan largo y tan de verdad, que hasta con las dos rodillas en tierra cabía el toreo de profundidad. En la distancia se fue resolviendo ese misterioso toro, que sumaba valores, nobleza, repetición y encima al natural se reducía.
 Ritmo más lento. Hubo una tanda maciza y el resto ya fue un diálogo con el público en una suma de muletazos. «Picarón» era de monumento. Metió la espada y paseó los dos trofeos. Una locura colectiva fue la suerte de banderillas del sexto, que en diciembre cumplía los seis años. Pero luego el rajado toro, serio a rabiar como toda la corrida de impresionante presentación, no quería viajar

Padilla cumplió su tarde con un primero muy abierto de cara, que tuvo movilidad pero no entrega y un cuarto, que desarrolló guasa y con violencia y carbón. Intentó meterle en vereda, pero había que estar listo, en cualquier momento... Resolvió. 
Abellán tuvo un primero que iba y venía sin más y un curioso quinto que fue al caballo, en la distancia, como si no hubiera mañana pero jamás se entregó a la muleta y había que andarse con ojo. Franco del todo no era. Ni duró. En un suspiro, se desfondó y nada tenía que ver con cómo había comenzado aquello. «Picarón» fue el toro de la tarde. El toro mayúsculo. El universal. El toro bravo. Ese toro inolvidable.



Zaragoza. Corrida goyesca. 250 aniversario. Se lidiaron toros de Fuente Ymbro, muy serios de presentación. El 1º, movilidad sin entrega; el 2º, va y viene, desrazado; el 3º, gran toro, bravo, encastado, repetidor y de larguísima arrancada, premiado con la vuelta al ruedo; el 4º, movilidad con peligro y violencia; el 5º, movilidad dura midiendo por arriba y enseguida se para; y el 6º, rajado y de corta arrancada. Tres cuartos largos de entrada.
Juan José Padilla, de tabaco y bordado en hilo blanco, media tendida, descabello (silencio); estocada (saludos). Miguel Abellán, de blanco e hilo blanco, pinchazo hondo, descabello (silencio); estocada, descabello (silencio). El Fandi, de blanco y azabache, estocada tendida, aviso (dos orejas); media atravesada, descabello (silencio).



 Patricia NAVARRO http://www.larazon.es/


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