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martes, 7 de octubre de 2014

Nanaísmo, la última retaguardia

La Tauromaquia es un rito sagrado:

 La única esperanza de ser libres y la última oportunidad de seguir existiendo. 

Sobre el albero de la plaza, cada tarde, un puñado de hombres defienden, a duras penas, una serie de valores que nuestra insaciable sociedad destruye:

 el esfuerzo, la superación personal, la dignidad, el valor, el respeto al rito y la hombría, en definitiva, la torería. 
¿Existe una estampa más épica, ética y estética que un hombre enfrentándose a un toro bravo?

Inspirado por las vanguardias de principios del siglo XX, el Nanaísmo surge como protesta ante la degradación cultural, y sobre todo ética, de nuestra actual sociedad. No sólo vivimos una crisis económica, sino también de valores. Padecemos un nihilismo agudo.
 Nuestro mundo se empobrece en mitad de un gran estrépito. 
Hemos dejado de leer, tememos al silencio y establecemos conductas gregarias. Consternados ante esta situación, los nanaístas, tanto creadores como partidarios, somos unos rebeldes de la negación. 
Para Camus, el hombre rebelde era aquel que sabía decir “no”.
 La rebelión va acompañada de la sensación de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna parte, razón. 
Esto es: “la rebelión tiene su origen en la conciencia, en el saber”. 
De esta íntima seguridad de que el Estado del Bienestar ha creado un gran rebaño de estómagos agradecidos donde reina la anomia, el relativismo moral y la apatía, los nanaístas, un grupo de rebeldes desde la conciencia del saber, defendemos la Tauromaquia en nuestro manifiesto.

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