
Lo de Esplá (aquella tarde y tantas otras) fue una lección de tauromaquia cabal en los dos toros de su lote de victorinos, que alcanzó el "cum laude" con el toro-torazo que mandó a El Califa a la enfermería al segundo muletazo.
Lo de Juan Mora, aún caliente en la memoria del alma, resultó la evidencia palmaria de que el toreo , cuando lo es de verdad, apenas necesita de unos minutos para provocar la conmoción más feliz.
Esplá (35 años ininterrumpidos como matador) , después de "Beato ( sólo cuatro meses antes de la tarde de Juan Mora) y de dar la alternativa a su hijo Alejandro en Alicante en 2011, vive la vida activo/ contemplativa en su finca, con los suyos y los amigos, mirando el toreo desde su "República independiente de Relleu" al pie de la Sierra de Aitana, esa que fue la última visión de tierra española que llegó a los ojos de Rafael Alberti en su viaje al exilio. Juan Mora sigue ahí, en activo, aunque casi no lo parezca. O no le dejen. Ambos, Esplá y Mora, tan aparentemente distintos. Ambos, Mora y Esplá, tan toreramente toreros.
Juan Mora , desde ese 2010, toreó algo en 2011, menos en 2012, apenas nada en 2013 y sólo cuatro en 2014, una de ellas abriendo cartel a José Tomás en León y apenas le hicieron caso. Ni el público ni las crónicas. Pero el 1 de octubre de este 2014 , hace sólo tres días, se anunció en Las Rozas, muy cerquita de su casa, y , calladamente, como es él, volvió a gritar verdades verdaderas que, esta vez sí, las crónicas supieron valorar.
Juan Mora, como Esplá (también, de entre los más o menos contemporáneos, como Joselito, como Frascuelo, el mismísimo Pana...) es dueño de eso que se tiene o no se tiene, que no necesita definición pues se define a sí misma cuando se expresa: torería. Las modas son estacionales, efímeras. Juan Mora , entrando en el otoño de su vida, sigue demostrando que las hojas del árbol su toreo son perennes.
Paco March www.burladero
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