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domingo, 7 de febrero de 2016

La breve intensidad de Pepe Luis


Y llegó Pepe Luis a Huelva,  y sus aficionados más jóvenes le recibieron en La Merced con la admiración que merece quien siempre fue y sigue siendo uno de esos toreros de culto capaces de mantener siempre encendida la llama de la atención por más que la espera se prolongara. Ése es un don al alcance de muy pocos. Él la tiene. Pepe Luis Vázquez. El hijo del gran maestro de San Bernardo. El hombre sencillo y cercano que encarna a la perfección aquello de que se torea como se es. Y se es como se torea…
Antes había hablado con esa naturalidad que es tan suya. Fue en el marco del Aula Manolín Prieto, ese espacio de conversación taurina que prologa cada clase del Curso de Toreo de Salón para Aficionados Prácticos.
 Un foro íntimo donde Pepe Luis explicó así de sencillo su filosofía tan personal: “La intensidad tiene que ser breve, no puede durar mucho…” Tal y como él hizo tantas veces en la plaza, vestido de torero.“Yo no sabía taparme ni toreando de salón. Hasta para eso tiene que haber un momento. Puede ser por la mañana, por la tarde o por la noche, pero tiene que ser su momento”. Por eso aquilató tantas broncas, por cierto, “tan toreras”. Broncas que dolían, claro que sí, pero es que “si no lo veía, no lo veía y cortaba con aquello. Ahora sí, cuando me salía un toro bueno que se dejaba hacer, yo le hacía con mi concepto y eso gustaba. Siempre medido, pero muy puro. Hoy no cambiaría nada de cómo fui por haber sido más porque siempre intenté ser como me salía, nada más. Lo contrario era engañar. Y mentir no entra en los valores que aprendí en casa”. Así de cristalino.


Medido hasta en el tono de su voz, Pepe Luis Vázquez fue respondiendo a cada una de las cuestiones de los aficionados jóvenes onubenses, a quienes, por un momento, retrotrajo en el tiempo a aquella tarde del 85, en La Merced, cuando cuajó ante un toro de Hermanos Sampedro “la mejor faena de mi vida”“Duró poco también, pero disfruté una barbaridad. El cartel lo componían Curro Romero y Paco Ojeda y fue una tarde preciosa. Si tengo que rebuscar en la memoria una tarde que me llene de verdad, es aquélla de Huelva”.

Se refirió también Pepe Luis Vázquez, cómo no, a su padre, quien un día le aconsejó “que aprendiera viendo a los demás. Y bebí mucho de Antonio Bienvenida. Y de Antonio Ordóñez. Y de Pepín Martín Vázquez. A algunos de ellos, como a mi padre, sólo les vi en el campo, pero traté siempre de mirarles y de aprender para extraer lo mejor, asimilarlo y llevarlo luego a mi concepto. Yo creo que así se aprende a torear, que es diferente que dar pases”.


 Como muletazos lentos, fue desgranando el maestro sevillano algunos capítulos especiales, entrañables e íntimos de su vida en torero. Luego, a petición de los profesores del Curso de Toreo de Salón, tomó el capote, enseñó cómo se prende y lanceó al viento al aire de la mañana gris hasta entonces con la majestuosa naturalidad y la natural majestad de lo distinto. Cuatro o cinco lances y una media preñada de esencia. En silencio, haciendo un coro a su alrededor, los aficionados prácticos le contemplaban entusiasmados para romper luego en un ole unívoco y una ovación sincera a la que el maestro, por supuesto, tuvo incluso que saludar en torero: con la mano y una inclinación. Treinta y un años después, La Merced y Huelva se rendían al toreo de Pepe Luis Vázquez. Le ofreció un alumno la muleta, pero el maestro declinó la invitación. ¿Para qué seguir si ya incluso había salido el sol…? Ya lo había dicho antes: "la intensidad es breve" y lo breve también puede ser eterno…

http://www.plazadetorosdehuelva.es/

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