El cartel lo componen Morante de la Puebla, Daniel Luque y Juan Ortega.
ORDEN DE LIDIA
El cartel lo componen Morante de la Puebla, Daniel Luque y Juan Ortega.
ORDEN DE LIDIA
Con Juan Infante al frente del equipo tecnico ,logrando un sonido de ambiente de alta resolución que traslada al tendido a los oyentes. E interactuando en las redes sociales como Facebook donde se subiran fotografías y videos del desarrollo de cada espectáculo.
Con el analisis de los integrantes del programa semanal de El Paseillo , Esteban Fdez y Papa Mora -un erudito de la fiesta brava y un aficionado práctico ejemplar - acompañados lujosamente por el matador de toros onubense Paco Barroso que analiza como nadie los matices de cada faena
Tres voces que unidas son un complemento perfecto para ver y oir la corrida con el auricular y así comprender las evoluciones de la lidia. Con todos los datos , la ficha técnica de cada tarde , cuadrillas , orden de lidia , cuadras, etc. Desde aqui les invitamos a unas Colombinas radiofónicas desde el dial 101.8 de la FM o a traves de la webb de la emisora.
Que Díos reparta suerte !!
Por Santi Ortiz
Han pasado 25 años. Un cuarto de siglo. Muchos frutos de hoy eran semillas en aquel entonces. Nombres que ya no están hacían su agosto por aquellas calendas y otros que, mostrando en distinto grado la decrepitud de su decadencia, todavía aguantan, vestidos de oro y seda, a los toros y al público. También nos legó parte de la problemática actual y, desde luego, visto desde la perspectiva del presente se me antoja una aurora, el alborear de una nueva época del toreo, a partir de la cual muchas vigencias cambiarían hasta desembocar en la realidad que hoy acontece.
En este festejo se lidiarán tres toros de esta emblemática divisa junto con otros tantos de Robert Margé, en un desafío ganadero que lidiarán Adrien Salenc junto a Thomas Dufau y el mexicano Leo Valadez quienes se ganaron su incursión en esta corrida en la pasada Feria de Junio.
Por Santi Ortiz.
De hecho, Fernando deja planteadas una terna de preguntas básicas a la que me propongo también dar respuesta, a saber: ¿Qué significan las rayas que actualmente se pintan en el ruedo? ¿Para qué sirven? ¿Qué se pretende con ellas?
Sin embargo, antes de acometer dicha tarea, es preciso hacer algo de historia, ya que la doble circunferencia que hoy aparece en el ruedo en los festejos con picadores es consecuencia de una evolución normativa que, a lo largo del tiempo, aunque de modo puntual, ha pretendido paliar los abusos a los que se ha visto sometido el tercio de varas desde los inicios del toreo a pie hasta nuestros días.
Es evidente que ni en las tauromaquias de Pepe-Illo, de Paquiro o de Guerrita se hace alusión alguna a la conveniencia o no de pintar cualquier divisoria en el ruedo en relación con el primer tercio de la lidia. Simplemente, porque hasta entrado el siglo XX, no se empieza a barajar lo acertado de pintar una única circunferencia concéntrica con la determinada por la barrera para delimitar una frontera que no pudieran traspasar los picadores hacia afuera ni los toros hacia dentro a la hora de colocarlos en suerte. De ahí que desde el primer ensayo de Reglamento, del que fue pionero y artífice don Melchor Ordóñez, en junio de 1847, hasta que se articula la obligatoriedad de pintar la citada raya en la normativa de 1923, han transcurrido más de tres cuartos de siglo, tiempo suficientemente dilatado para que el desarrollo de los acontecimientos fuera nutriéndonos de una casuística que obligatoriamente habría de conducir a la adopción de medidas que pusieran freno a los malos usos que desvirtuaban una suerte de tan capital importancia para la lidia como era entonces la de varas.
Sostiene Fernando que fueron los picadores los que propusieron la implantación de la raya de picar, como medida compensatoria en su secular enfrentamiento con los ganaderos por el tema del modelo de puya. Yo lo dudo. Esto ocurrió una vez, pero hasta el Refranero avala que una golondrina no hace verano. Siendo incuestionable la existencia del conflicto de las puyas, pues como bien señala el autor “la minoración del castigo del toro era directamente proporcional a la mayoración del riesgo que afrontaban (los piqueros)”, y en aquella época los “talegazos” eran de un calibre tal que desencuadernaban vértebras y costillas, sin embargo estimo que la problemática que lleva al establecimiento de la raya de picar es otra bien distinta, a pesar de que en la ocasión citada –corrida de Pablo Romero, de la feria de Zaragoza de 1908–, habiendo impuesto los señores de pelliza y cerrado su modelo de puya para ese día –la corrida anterior se picó con la que querían los del castoreño–, los montados exigieron y consiguieron en contraprestación se marcara en el tercio del redondel una raya divisoria a la que éstos se comprometieron no rebasar. Dicha petición no obedecía, como sostiene en su artículo Fernández Román, a la búsqueda de alivio para el picador, porque “siempre lo difícil, lo meritorio, lo riesgoso, fue ir de dentro a fuera puya en ristre”, sino a una especie de “ahora os vais a enterar” dirigida a los ganaderos. Vean lo que respecto al desarrollo de la suerte de varas en la citada corrida escribe Don Torcuato, en “La Fiesta Nacional”: 1º) El toro es manso y por mor de la raya recibe nota de malo. 2º) Nos aburrimos porque el bicho se declara manso y como nadie sale de la raya, según consigno con una sola vara pasa al tercio siguiente con fuego. 3º) Toma tres varas sin codicia ni poder. 4º) No llevamos aún ningún caballo arrastrado, lo cual que al amigo Zaldívar –empresario de caballos– le va lo de la raya que ni pintado (En este toro, el picador Zurito traspasó la línea divisoria). 5º) Es manso, aunque medio pasable sin la maldita raya. Dos varas nada más, y por consiguiente, fuego de artificio. Y 6º) Éste es más bravo que sus hermanos y toma cuatro varas. Resumen: dos toros condenados a banderillas de fuego y otros dos tachados de mansos, no era buen balance para el ganadero sevillano.
El segundo caso, complementario de éste, ocurrió al término de una corrida que el matador sanluqueño Manuel Hermosilla toreó en El Puerto de Santa María. Estaba éste en la fonda desvistiéndose del traje de luces cuando del cuarto paredaño, donde se cambiaba la cuadrilla, le llegaron voces destempladas, gritos y denuestos. Extrañado el torero, mandó al mozo de espadas a ver qué ocurría y, a su regreso, se enteró por éste de que todo se debía a una disputa por el reparto de las propinas: los cincuenta duros –250 pesetas, para los de la época euro– que el ganadero les había soltado a fin de evitar que algún toro fuese “fogueado” tras la suerte de varas. El problema era que los picadores querían más parte por ser ellos los que pidieron la gratificación por hacer cumplir a los toros, y los banderilleros no estaban de acuerdo ya que ellos también la pidieron para obligar al ganado a ir a la jurisdicción de los piqueros. El resultado de todo aquel conflicto fue que, tras la cena, Hermosilla reunió a su cuadrilla para comunicarle que desde aquel mismo momento ya podían buscarse otro matador, “porque yo –les soltó– en mi cuadrilla no quiero a nadie que pida limosna”.
Sin embargo, esta única raya de picar no podía evitar lo que con el tiempo se fue convirtiendo en práctica corriente: que a capotazo limpio se metieran a los toros literalmente bajo el estribo del picador, el cual, favorecido más aún con la ventaja del peto, castigaba a mansalva sin que el astado pudiera desarrollar todo el empuje de su arrancada. Por otro lado, actuando así se impedía ver la forma de arrancarse el toro al caballo para apreciar su grado de bravura o mansedumbre.
Fue el 11 de abril de 1959, cuando se dicta la Orden –publicada en el BOE cuatro días más tarde, fecha de su entrada en vigor– para que se trazaran en el piso del redondel las dos circunferencias concéntricas que hoy conocemos, aunque entonces separadas dos metros y no tres como en la actualidad. El objeto de esta segunda raya era establecer un terreno de nadie al limitar la posición del toro y el picador en el momento del cite para la consumación de la suerte. De esta forma, se lograba aquilatar la bravura de los bureles y evitar que los varilargueros acosaran a los toros echándoles encima el caballo. Esta medida, puesta en práctica por vez primera en Las Ventas el 19 de abril de 1959 –y un día antes en La Maestranza–, en la corrida de confirmación de Abelardo Vergara, con reses de don Alfonso Sánchez Fabrés, fue muy bien acogida por los aficionados –término al que quito aquí las comillas tan intencionadamente como Fernando se las puso en su artículo– y ahí sigue, no siempre respetada, aunque haya desaprensivos o ignorantes, como Ferrera, que no tiene reparos en llevar del bocado al caballo de picar –¡qué estampa tan humillante para el picador!– a fin de colocarlo en los medios del ruedo –transgrediendo olímpicamente la normativa– en un intento de plantear la suerte de varas al revés, obviando que, como nos enseñó el maestro Antoñete, todos los toros, por mansos que sean, acaban acudiendo a los medios. En fin, a ver si un día, el cada vez más histriónico torero extremeño nos lo explica y podemos enterarnos de cuál era el objeto de su “invento”.
¿Qué significan las rayas que actualmente se pintan en el ruedo?
Respuesta: Las rayas tienen una significación normativa y representan la delimitación de espacios permitidos o prohibidos para la realización de la suerte de varas.
¿Para qué sirven?
Respuesta: Para visualizar los espacios antedichos, permitiendo a autoridades y público apreciar si la suerte de varas se está llevando a cabo o no conforme a Reglamento, del mismo modo que las líneas que perimetran el área grande en el fútbol permiten al equipo arbitral y espectadores apreciar si una mano o la falta cometida sobre un jugador es simplemente falta o es penalti.
¿Qué se pretende con ellas?
Respuesta: Establecer una distancia mínima de separación entre toro y picador para que aquél pueda demostrar su bravura, así como evitar que los piqueros echen el caballo encima a los toros o que éstos sean metidos a base de capotazos bajo el mismísimo estribo del varilarguero.
PACO GUERRERO https://www.huelvainformacion.es/
Tres toros importantes del Parralejo. Con trapío que emociona y bravura que engancha. Un indulto que le gusta a ganadero y publico y cinco toreros dejando sobre el albero todo lo que les dicta su honradez torera dejan una sensación preciosa sobre la tarde de Campofrío y particularmente sobre la temporada onubense que va pasando por encima del Covid como puede.
Campofrío enamora a poco que uno tenga ganas de enamorarse. El marco, la plaza, la historia. Las ganas de ver toros sin mas querencia que la de ser espectador. Sin mas obligación que la de permitir que te acaricie la torería y el buen gusto macerado en madurez que fue capaz de dejar Jesuli de Torrecera frente a ese excelente toro que abrió plaza. Dominó plenamente el escenario el veterano del cartel empapando de sosiego el capote donde se sintió a gusto y entregado el del Parralero. Virtud de bravura, temple y clase que le sirvió al de Torrecera para que de esa amalgama de oficio y ganas se dejara llegar una faena intensa en el conocimiento necesario para embarcar una embestida a esa faena entregada en la nobleza y el temple.Algo le faltó a esa faena con la que Oliva Soto quiso embarcar por bajo la brusca embestida del segundo de la tarde. Prestancia torera la de este Soto que pocas veces empleó por bajo el estaquillador de la muleta. Toro con más teclas que su hermano anterior pero de una lámina impecable. Sinceramente como pocos toros se han visto en la provincia y me alargaría a decir que hasta en la capital.
Un festejo en el que el diestro cigarrero hará una gesta histórica en su intención de lidiar astados de diferentes encastes.
Tras el paseíllo en Arles con toros de La Quinta, y las citas pendientes con los Torrestrella en Huelva , los galaches en Salamanca y los miuras en Sevilla , Morante de la Puebla realiza esta apuesta con seis toros de encaste Veragüa , los ensabanaos que pastan en la emblemática finca de La Ruiza.
El festejo se celebrará a las 8 de la tarde el próximo 7 de agosto
Morante de la Puebla, Juan Ortega y Pablo Aguado lideran la clasificación de matadores
Por José Luis Benlloch
La gente del toreo, tan dada a las sentencias y a los axiomas, siempre asumió como incontestable aquel que rezaba “los toreros de valor a mandar y los de arte a acompañar”, frente a aquellos otros que afirmaban que el toreo son sensaciones y no números ni guerras, que el buen toreo son letras y no ciencias, más poesía que prosa.
Y así fue, lo del mando, hasta que llegó la maldita pandemia y lo puso todo del revés. De tal manera que a estas alturas de la temporada miras la clasificación de corridas toreadas y uno se tiene que frotar los ojos y volver a leerlo para creerlo.
No solo Morante, la máxima representación del arte, campea en lo más alto de la tabla con catorce corridas, sino que los dos puestos siguientes, los que completan el pódium son para otros tantos diestros, Juan Ortega, con trece, y Pablo Aguado, con doce, catalogados igualmente como toreros de arte, diestros a los que se les suponía un hábitat natural muy lejos de esas cuestiones. Seguramente será la primera vez en la historia que se haya dado una situación tan singular en las alturas.
Una Tauromaquia asediada por los poderes políticos y mediáticos y los moralistas e inquisidores que encuentran en las redes sociales su herramienta censora, que, eso sí, no actúa con la misma diligencia o ni siquiera actúa cuando sucede al revés, con ataques o insultos gravísimos, de especial saña, que todos conocemos.
El fin de semana taurino resultó movidito, con Céret como foco. En la localidad franco-catalana se lidió el sábado una corrida –digamos- atípica. Toros de Casta Navarra, encaste fundacional recuperado con tanto esfuerzo como afición y, también, romanticismo por Miguel Reta. El órdago, tanto para el ganadero como para los toreros, era a la grande, más aún cuando por las circunstancias- se aplazó con el mismo cartel la del año pasado a causa de la pandemia- las reses, imponentes en su cornamenta y morfología, se lidiaron con seis años más que cumplidos.
Una dificultad añadida, como se pudo comprobar a lo largo de un festejo (sic)- por lo visto y lo que cuentan- en el que se prodigaron momentos poco o nada habituales y que a más de uno le llevaron a tiempos cuya única referencia son estampas de La Lidia, la bibliografía taurina, el documento gráfico en sepia y alguna que otra filmación de muy escasa calidad. Tres toros castigados a banderillas negras; lidias- o así- sobre las piernas; nada de aquí un garbeo, allá un desplante sonriente; las cuadrillas y los matadores auxiliándose unos a otros…incluso ¡dos picadores! a la vez en el ruedo- lo nunca visto en Céret, al menos por quien esto firma en sus muchos años acudiendo a la cita-, persiguiendo al toro, acorralándolo incluso. Casi tres horas después del paseíllo, lo mejor fue que todos los héroes de luces, oros y azabaches, pudieron hacer el recorrido inverso por su propio pie.
Durante la corrida y luego ya en las crónicas (salvo una, delirante) la opinión generalizada era ponderar el mérito de los actuantes; las emociones de distinto signo vividas; el reconocimiento al ganadero por su empeño…y, también, la antes mencionada excursión por el túnel del tiempo hasta la tauromaquia decimonónica.
Por paradójico que parezca, la evolución de la Fiesta pasa también, diría que esencialmente, por recuperar, potenciar, todo aquello que la distingue, lo que le otorga su sublime fuerza creativa. Y, en ello, el toro, ese toro que es santo y seña de Céret (y de otros lugares, otras aficiones) es elemento esencial pues a partir de él todo lo demás adquiere sentido.
En ese delicado equilibrio, entre lo cruento y lo bello, entre la fuerza y la inteligencia, entre la vida y la muerte, debería- creo, igual me equivoco- buscar su evolución la Tauromaquia.
Una Tauromaquia asediada por los poderes políticos y mediáticos y los moralistas e inquisidores que encuentran en las redes sociales su herramienta censora, que, eso sí, no actúa con la misma diligencia o ni siquiera actúa cuando sucede al revés, con ataques o insultos gravísimos, de especial saña, que todos conocemos.
Y así, ahora ha sido el turno de la cuenta no oficial de Morante en Twitter, que publicó algunas imágenes del torero de La Puebla en la corrida del sábado en Algeciras. Morante con el capote, Morante con la muleta, Morante en banderillas… para los del pajarito azul «fomenta el placer sádico» y otras lindezas.
El ojo del censor, aquel señor con bigotito y traje gris que se paseaba por los platós y los teatros de variedades en tiempos de la Dictadura o que tachaba párrafos enteros en los periódicos y en los libros aún por editar, es ahora el anónimo y oscuro poder de unas sombras que jamás podrán admitir la luminosa libertad del toreo.
Por Vicente Parra Roldán
Una vez que José Luis Pereda García había encarrilado la gestión del coso de La Merced, y para poder atender también sus otras actividades, decidió dejar la dirección del coso taurino en manos de sus hijos políticos. Fue una transición que todo el planeta taurino onubense comprendió y, por ello, dio el apoyo incondicional a los nuevos empresarios.
Incluso, cuando se celebraron las bodas de plata de la reinauguración de la plaza, se celebraron diversos actos en honor de José Luis Pereda García, destacando el desvelamiento de un busto que, colocado sobre un pedestal, se ubicó en el pasillo de acceso a la plaza por la Puerta Principal. La obra, obsequio de ese gran aficionado taurino que es Manolín Muñoz, quedó allí establecida para honrar el trabajo realizado por José Luis Pereda García y que, en años posteriores, se conociera la gran labor llevada a cabo para la reinauguración del coso y para que Huelva pudiese contar con una plaza de toros.
En cierta ocasión, la Huelva taurina se levantó con la noticia de los problemas existentes entre los componentes de la familia Pereda. Realmente, ni sé lo que sucedió ni me interesó pues pienso que es un problema familiar que debió resolverse en la intimidad, alrededor de una mesa camilla. Pero la situación debió ser muy dura porque una de las primeras medidas que adoptaron los nuevos hombres fuertes de la plaza fue eliminar la estatua de José Luis Pereda García, al que fulminaron con todas las consecuencias, dejando el hueco donde no se reemplazó con nada y que hubiera servido para despistar.
Ahora que, al parecer, los choques familiares han desaparecido y las riendas de la plaza las ha tomado José Luis Pereda López es un buen momento para restituir al padre en el lugar que se merece en la plaza de toros que, recordemos, existe porque él se empeñó en conseguirlo. Sería de justicia que se le volvieran a reconocer los méritos acumulados durante tantos años y que, por una serie de circunstancias que no nos importan, fueron olvidados.
No hace falta ninguna ceremonia para la reapertura de la estatua; basta que, cuando los espectadores acudamos el próximo día 31 a la primera corrida de feria, podamos ver a José Luis Pereda García en el lugar que le corresponde. Sería de justicia por tanto como ha luchado para que esta plaza fuese una auténtica realidad, superando innumerables problemas de toda índole, entre ellos esos familiares que tanto le han dolido.
Enhorabuena, José Luis Pereda García, y que te contemplemos durante muchos años en tu sitio en la plaza de toros de La Merced, tu otra hija.
https://www.republica.com/obispo-y-oro
Fue un suceso que dejó atónito –desconcertado, más bien-- al público de Madrid, cuando el matador Antonio Ferrera tomó las riendas del caballo que montaba su picador Aitor Sánchez y le ordenó que practicara la suerte de varas desde los medios de la Plaza de Las Ventas. Aquello dejó estupefactos a los espectadores, sobre todo a los que se consideran garantes de la inviolabilidad de las normas que rigen el desarrollo de la corrida, especialmente las que se producen durante el primer tercio de la lidia, principalmente el arte de picar, donde se encuentran frente a frente el toro que acomete y el caballero que lo frena y castiga con la puya desde lo alto de una silla de montar. Bella suerte, vive Dios… cuando se ejecuta con serenidad y precisión, asumiendo el riesgo que conlleva tan, a priori, brutal y desigual encuentro.
Prestará atención a la final del Circuito Andaluz de Novilladas, donde resultó ganador Jorge Martínez. Así como al triunfo, en la plaza francesa de Vic Fezensac, de Gómez del Pilar, que desorejó a un toro de José Escolar, premiado con la vuelta al ruedo. Recordará al ganadero albaceteño Daniel Martínez, propietario del hierro de Las Ramblas, fallecido el martes.
Mirará hacia Portugal, para hablar de forcados, en la ganadería de Murteira Grave. Y recogerá el testimonio de uno de los toreros de actualidad, que ha triunfado, prácticamente, en todas las plazas donde ha toreado esta temporada, Emilio de Justo.
Repasará lo sucedido en el festejo de Arles, donde Pablo Aguado cortó tres orejas a dos toros de La Quinta, y salió por la puerta grande del Coliseo junto a Maxime Solera, que tomó la alternativa.
Rendirá homenaje a una de nuestras Fiestas más universales, los Sanfermines, con la recreación de un encierro, y el recuerdo, gracias al archivo de TVE, de la faena con la que Jesulín de Ubrique conquistó a las peñas y cortó el rabo a un toro de Osborne, hace 27 años.
Además, mirará hacia Portugal, donde visitará la ganadería de Murteira Grave, y será testigo de otra feria internacionalmente conocida, las Sanjoaninas de Isla Terceira.