Por Santi Ortiz
Pese a la mucha experiencia que uno se echa ya a las espaldas, el mundo del toreo me sigue pareciendo desconcertante e incluso paradójico en muchas ocasiones. Resulta que un torero se lleva más de veinte años tirando líneas y cuajando un toro de higos a brevas y le basta cargarse de responsabilidad una temporada para que se le cante como el salvador de la tauromaquia patria. En cambio, a José Tomás, que lleva toda su vida torera satisfaciendo, tarde tras tarde, las más altas expectativas –sobre todo a partir de su resurrección de 2007–, en cuanto las defrauda una sola vez –como ocurrió en Jaén–, se le cuestiona, se le pone en tela de juicio, como si ya tuviera los días contados como torero. Aquí, un solo fallo eclipsa toda una historia, toda una carrera; allí, el protagonismo de una sola temporada vale para ocultar una realidad de décadas. Curioso.
En tal contexto, se llegó a la corrida de Alicante. No faltaron enterradores ni cigüeños que profetizaban el definitivo descalabro de un torero que, indudablemente, transita hacia su ocaso, pero al que aún le sobra munición de torería, afición, pureza, valor y vergüenza torera para seguir manteniendo en alto su vitola de mito. Eso deberían saberlo las prestigiosas plumas de la crítica taurina que decidieron despreciar la cita más importante que tenía el toreo este primer domingo de agosto, para irse a El Puerto a ver a dos toreros artistas de los que no logran cubrir media plaza y dejan que su vida transcurra a la espera de un toro que se avenga sumisamente a su forma de concebir el toreo. Cada uno tiene sus perversiones y allá cada cual con su disfrute; pero pienso que faltaron a su obligación de periodistas no estando en el lugar del acontecimiento, aunque sólo fuera para que no se lo contaran. A la postre, ellos se lo perdieron, de igual manera que esa fidelísima masa tomasista, que cruza océanos, países, provincias y comarcas para ver a su torero, lo disfrutaron impregnándose de la más rancia verdad de una tauromaquia única, por estar sólo al alcance del diestro de Galapagar.